Hombre muerto

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Merlina despertó antes que él, a la hora justa. En media hora iban a tener que bajar a desayunar. Intentó levantarse, pero Severus pesaba al menos quince kilos más que ella y tenía una pierna sobre las suyas.

—¿Severus? —dijo en voz alta. Nada ocurrió.

Lo sacudió del hombro con fuerza.

—¡Severus!

—¿Ah, ah? ¿Qué? —el hombre levantó la cara, somnoliento, y la miró—. ¿Qué... haces aquí?

Merlina alzó una ceja.

—Estás en mí cuarto, en mí cama, casi encima de mí. ¿Podrías quitarte? Ya no siento las piernas.

Severus se hizo a un lado y se pasó las manos por la cara. Merlina se sentó.

—¿Por qué viniste para acá en medio de la noche? —indagó ella con desconfianza.

—Yo no vine aquí —farfulló Severus levantándose con cara de enojado.

—¿Cómo que no? Por algo estás aquí, o estoy demasiado loca y tengo alucinaciones. ¿Desde cuándo eres sonámbulo?

—No soy sonámbulo —replicó dando un bostezo y fue al baño de Merlina a lavarse la cara.

—No mientas, ¿qué soñabas que llegaste aquí y dijiste mi nombre?

Salió del baño con la cara mojada.

—No sé cómo llegué aquí, pero no significa nada...

—¿Cómo que no? —saltó Merlina con cara de "no puede ser".

—Recuerda que no significa nada —insistió él y salió a paso rápido.

Merlina entrecerró los ojos. Si había soñado algo con ella, era porque sí la quería. Pero tenía la leve impresión de que Severus podría haber estado consciente en la noche anterior y sólo había sido una treta para acercarse a ella. ¡Tan orgulloso!

Con mucho esfuerzo se levantó, y se dio cuenta que le dolía el pecho, lugar donde Severus había tenido toda la noche su cabeza puesta.

—Demonios... —se quejó sobándose el área afectada.

Se bañó, vistió y bajó a desayunar con grandes ojeras —y eso que había dormido—, el pelo estilando y pálida como un muerto.

Por andar caminando desganada y arrastrando los pies, tropezó con una piedra salida del suelo y, para no caerse, hizo un extraño movimiento. Se terminó torciendo el pie derecho.

—Y empezamos bien el día... ¿hay algo que lo pueda empeorar?

De hecho, hubo muchas cosas que lo empeoraron. Filch, en el momento en que la encontró en el Vestíbulo cuando todos salían e iban a buscar sus mochilas para ir a clases, la comenzó a atacar de la nada.

—¡Anoche te busqué y no estabas, muchacha irresponsable!

Merlina por un momento pensó que era una broma de mal gusto, pero al verlo tan rojo, se dio cuenta de que su furia era real y no actuada.

—Acuérdese que quedamos en que tendríamos días intercalados, pero cada dos, ¿no lo recuerda...?

—¡Claro que lo recuerdo! —la apuntó con un dedo tembloroso—. Y a ti te tocaba anoche.

Merlina negó. Sabía que no era excelente en matemáticas, que era algo despistada y olvidadiza, pero ella estaba completamente segura de que Filch iba a hacer su primera noche.

—Filch, no, usted no lo recuerda, yo ya cumplí mis días y le tocaba a usted anoche —explicó intentando mantener la calma.

De apoco los estudiantes se iban arrejuntando alrededor de ellos, para observar más que nada la locura de Filch. Tenía los ojos desorbitados y salpicaba saliva.

En pie de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora