Atrapada en la telaraña

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Entraron al Gran Comedor por la puerta oculta y se fueron a sus respectivos asientos. Los pocos alumnos que estaban allí quedaron mirando al profesor de Pociones con caras burlescas y comenzaron a cuchichear entre ellos. Minerva no tenía con quien comentar, pero sus ojos se desorbitaron al verlo. Severus no se dio cuenta de inmediato, por lo que pudo captar Merlina. No obstante, cuando una masa de Gryffindor entró por la puerta y los profesores llegaron, la situación se hizo mucho más notoria y las risas resonaban por el Gran Comedor.

Merlina se estaba mordiendo la mano para no estallar en carcajadas. ¡Y había sido ella, eso era lo mejor! Ella fue la mente y ejecutora de ese creativo acto. Miró a Snape una vez más y sus ojos se clavaron en los suyos. Se obligó a mantener la conexión y sonrió algo tímida, mordiéndose la lengua y alzando las cejas. Snape giró la cabeza haciéndole un desprecio, pero al segundo la volvió a mirar como si hubiese captado algo. Luego los bailes de unas muchachas de Hufflepuff lo distrajeron. Hacían unos pasos bastante especiales y lo miraban con descaro. Resopló por la nariz.

Los alumnos, durante el transcurso del desayuno, continuaron haciendo cosas raras y riendo en susurros, comentando en voz baja y cantando canciones mirando directamente a Snape, quien ya sabía que algo pasaba y había optado por no hacerles caso. Ninguno, de todas maneras, se atrevía a decir algo a toda boca, porque sabían que Snape había vuelto a ser el de antes. Y, en realidad, los únicos que se hallaban menos burlescos eran los de Slytherin, que miraban a Snape como si estuviera loco o como si se sintieran humillados.

Merlina acabó su desayuno, se despidió de Sprout con un gesto de la mano y salió por la puerta oculta, para ir a dormir las horas que le correspondían. Sin embargo, alguien la adelantó y le cerró el paso. Merlina quiso huir, pero los reflejos del profesor fueron más rápidos y volvió a interceptarla.

—Puedo preguntar qué hiciste? —murmuró apenas moviendo los labios y mirándola amenazadoramente.

Merlina intentó mantener una sonrisa.

—Bueno, lo acabas de hacer, si no te has dado cuenta... —Se calló. Snape puso un brazo en la pared, por encima de su cabeza. Por el simple susto de su movimiento súbito, se golpeó la nuca al echarse hacia atrás.

—No-te-hagas-la-graciosa —amenazó él con la mandíbula apretada.

—Mira, Severus —aclaró ella, escabulléndose por debajo de su brazo y colocándose a distancia, acariciándose el lugar afectado—, no te he hecho nada, así que no veo el porqué de tu violencia.

—No he sido violento contigo ahora —la atajó Severus.

—Bueno, no me gusta la manera en que me miras y ahora, por tu culpa me acabo de pegar —declaró Merlina con total sinceridad.

—¿Y cómo quieres que te mire? —inquirió haciendo caso omiso lo del golpe. Merlina había agachado la cara y se había puesto seria. Estaban solos en el oscuro corredor escondido, y ella se estaba empezando a poner nerviosa. Toda la felicidad se había desaparecido, tal como lo predijo.

—De ninguna manera.

—Cómo, ¿así? —y se acercó a ella para levantarle la cara con la mano en su barbilla.

Merlina le dio un manotazo y se echó para atrás.

—No... —farfulló con desagrado.

—Como me entere —le advirtió estirando el dedo índice y señalándola— que me ha ocurrido algo, ya sabes que serás tú la perjudicada.

—Yo no te he hecho nada —insistió Merlina, mirando un punto fijo lejos de sus ojos—, y al contrario, yo debería estar muy enojada, porque en el papelón que hiciste anoche, me tomaste en brazos y me pusiste de cabeza, colgándome en tu hombro, fuiste al Vestíbulo y me dejaste tirada allí, sin ninguna delicadeza, y luego escapaste a tu habitación —explicó, lo cual era totalmente mentira.

En pie de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora