El estigma de la Marca

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Merlina estaba quedándose sin oxígeno, pero Severus alcanzó a reaccionar justo a tiempo. Hizo desaparecer la gelatina que la rodeaba y se arrodilló junto a ella. La joven tomó una enorme bocanada de aire antes de hablarle.

—Por... Merlín... —jadeó.

Severus la ayudó a pararse y la llevó hasta su oficina rápidamente.

—No debería haberle hecho caso... —susurró tirándose en un sillón, molesta con ella misma—. No sé por qué tienes que siempre llegar a salvarme de todo...

—Tus gritos se escuchaban hasta acá —reveló Severus entregándole un vaso de agua que había hecho aparecer.

—Gracias... —Bebió todo el contenido. Se había dado cuenta de que estaba sedienta. Dejó el vaso en una mesa de rincón.

Fue hasta Severus, quien revolvía un caldero que estaba en un pequeño fogón sobre un pilar de piedra.

—Cuando te vi salir pensé que me rescatarías, pero no que te irías contra Malfoy —comentó la bruja con aprensión.

Severus con la varita bajó la intensidad del fuego y dejó de revolver. Se giró hacia Merlina.

—Yo tampoco debería haber hecho eso, pero esta vez fue inevitable —confesó lleno de resentimiento—. Vi como salía la gelatina de la varita y cómo te envolvía. Después, de todas formas, me habrías sacado en cara que por qué no hago nada.

—Sí... es verdad.

—¿Por qué peleaban? No alcancé a oír bien. Sólo escuché algo de los "padres".

Merlina sonrió, incómoda.

—Prefiero no hablar de eso...

Severus asintió. Luego la abrazó y le acarició la cabeza. Merlina sintió una oleada de gratitud. Nunca pensó que él pudiera entregarle tanto cariño. Y él jamás pensó que pudiera entregar cariño, y menos que le naciera del alma, y es que a veces hacía falta el momento adecuado y la persona correcta.

—¿Crees que Malfoy sospeche lo de nosotros por defenderme? —susurró ella aferrándose a su espalda y apoyando la cabeza en su hombro.

—No sé, no lo creo. En cualquier caso, es mejor que se ande con cuidado...

—No vayas a hacer nada.

—No haré nada, siempre que él no vuelva a atentar contra ti.

—¿Ahora me defenderás?

—Siempre lo he hecho... Que tú no lo hayas sabido interpretar, es otra cosa.

Merlina quedó muy intranquila el resto de la tarde. Severus le había contagiado la preocupación acerca de que el colegio se enterara de lo de ellos y llegara a oídos de Craig. Sin embargo, no entendía por qué Malfoy tuviera que sospechar, a pesar de que la amenaza de Severus decía bastante. Pero todos creían que se odiaban y tenían múltiples hechos que daban fe de ello, así que no tenía por qué pensar otra cosa la gente. Y tampoco tenía que porqué pasar algo malo. Craig seguía estando en Azkaban.

No obstante, ese pensamiento le dio vueltas hasta altas horas de la noche. El viejo Filch decidió descansar, como correspondía, porque Merlina seguía siendo la celadora.

Hacía frío y las manos le tiritaban. ¿Y si se corría el rumor? Ya podía imaginar al colegio entero hablando de ellos a la mañana siguiente, señalándolos acusadoramente. Necesitaba la opinión de Severus, necesitaba que la tranquilizara.

Bajó a las mazmorras y fue hasta su cuarto. Entró a hurtadillas. No estaba completamente oscuro, porque la noche estaba despejada y se filtraba un rayo de luna por la ventanilla, tal como la primera vez que había entrado a escondidas a su cuarto. Y estaba en la misma posición, lo que era más gracioso. El compás de su respiración era el mismo. La mano izquierda sobre la almohada...

En pie de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora