Juego de adolescentes

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Merlina, tal como dijo, fue hacia el despacho de Albus por segunda vez en el día para poder hablar con él lo que tenía pendiente.

Ahora no sabía si quería que Snape le quitara puntos o castigara a Malfoy. Tenía claro, sin embargo, que debía tallarle un escultura y erigirla en un pedestal porque, sinceramente, gracias al cerdo rubio arrogante y antipático había pasado lo que había pasado —valga la redundancia— con Severus en el armario.

Llamó dos veces. La voz del director le dijo que entrara. Merlina estaba tan feliz que tuvo que sonreírle al sentarse.

—¿Vienes por algo en especial, Merlina?

—La verdad es que sí —contestó ella—. Usted sabe que estuve enferma toda la semana, por lo tanto, no trabajé.

—Cierto.

—Bueno, querría saber si puedo hacer horas extras para recuperar el dinero, porque la verdad es que...

—Oh, no, Merlina —Albus agitó su mano. Merlina puso cara de decepción—, el sueldo es siempre fijo, aunque te enfermes. No sé cómo funcionaban tus antiguos trabajos, pero en Hogwarts se hace diferente. Además, lo que te sucedió fue por culpa de la señorita Parkinson, no por una irresponsabilidad tuya. Y, aunque lo hubiese sido, lo legal es lo legal.

Merlina sonrió agradecida, haciendo el ademán de irse, pero se detuvo cuando Albus se aclaró la garganta.

—Yo también quiero hablar algo contigo, Merlina.

Ella agachó los hombros: la iban a despedir, sin duda.

—¿Es algo grave?

—No lo creo, ¿qué te hace pensar que es grave?

—Bueno... siempre que alguien me dice "necesito hablar contigo", pienso que es algo malo. Aunque, ¿no es como la ley de que cada mala conversación inicia con un "necesitamos hablar"?

Albus sonrió.

—Mira, para serte sincero, es sobre tu trabajo. Resulta que en la mañana me llegó una carta de Argus Filch, solicitando su puesto de celador. Pensé mucho rato en lo mismo; hasta pedí opinión a Severus. Finalmente decidí que él, Filch, se quedará como ayudante de los profesores, (porque aquello no requiere de mucha magia, ya sabes que él es squib), y tú con el puesto actual, porque no tengo ni corazón ni motivos para expulsar a cualquiera de los dos. ¿Qué te parece?

A Merlina se le hinchó el pecho de alegría.

—Me parece excelente. No me gustaría dejar el trabajo que tengo —sinceró la joven.

Y menos cuando ahora tengo una buena razón para permanecer aquí —pensó.

—Perfecto. Era eso lo que quería decirte. Entonces, avisaré ahora a Filch para decirle que puede venir y comenzar cuando lo desee.

Merlina se despidió y bajó esta vez a su despacho. Vio a Malfoy al final del pasillo. Hablaba con Pansy Parkinson. Tomó aire y, evitando no saltar como estúpida, se aproximó a él.

—¡Hola! —le dijo. Éste se giró y la miró desconcertado y asqueado.

—Vete.

—Espera, no te pongas violento —le dijo con una carismática sonrisa—, sólo venía a decirte que tu broma me pareció espectacular. Es la mejor que han hecho en mucho tiempo. Eres un genio, Malfoy. Si no te odiara, diría que te amo. Y si me dejaras aproximarme, te abrazaría. Pero tú y yo sabemos que es mejor así, así que, sólo me queda darte las gracias. ¡Que tengas buena noche!

Le dio la espalda y se devolvió unos metros. Entró a su despacho y se sentó en su escritorio. Pensó en escribirle una carta a Phil para contarle la hermosa historia de ese día. Después de todo, no estaba tan equivocado cuando le dijo "van a terminar juntos". Menos mal que nunca apostó los cincuenta galeons de verdad. Eso habría sido una pérdida terrible.

En pie de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora