Confesión en la oscuridad

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Dos niños pequeños de primero de Hufflepuff habían abierto la puerta, y, al darse cuenta de que eran ellos los atrapados, los miraron con cara de terror.

—Gracias —suspiró Merlina contenta, respirando el aire puro con un exagerado movimiento de sus hombros.

Los niños vieron a Snape y salieron corriendo.

—¿Ves? —le dijo a Merlina volviendo a su usual tono burlón—. Dio resultado; no había por qué ser tan dramática.

Por el cuadro del Monje Enojado se dieron cuenta de que estaban en el segundo piso. El profesor de Pociones dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección a la escalera, pero Merlina, antes de que se alejara, se inclinó y lo tomó del brazo firmemente. Snape estaba muy campante y eso no le gustó nada.

—¿A dónde vas?

—A comer, por supuesto —contestó él como si fuera lo más obvio del mundo.

—Un momento, antes de ir a comer: piensas castigar a los Slytherin, ¿no?

—¿Por qué?

—¿Cómo que "por qué"? ¡La broma iba para mí! Por pura mala suerte caíste tú a mi lado. ¡Habría muerto de hambre y deshidratación!

—Pero no te pasó nada —insistió Snape, cruzando los brazos tras su espalda y sonriendo con maldad.

—¿Bromeas? —Merlina se puso roja de ira y de nervios. Hacía tiempo que no la miraba así. Controló las ganas de enroscar las manos en su cuello—. ¡Malfoy fue, te lo dije! ¡Hace tiempo que anda buscando mi muerte y tú no haces nada!

—"Yo no hago nada" —reiteró con sorna—. Ya, ¿y qué más? —acentuó su sonrisa burlona.

—¡Ya empezaste con tus sonrisas raras! ¡Vas a hacer algo contra Malfoy sí o sí, aunque sea quitarle puntos! ¡Y para de reírte...! ¡Escúchame!

Severus dejó de reír y la observó con atención.

—Lo de hacer algo te lo estoy diciendo en serio —susurró Merlina, temblando, inclinando la cabeza como si estuviera a punto de torearlo—. Estoy harta de tus Slytherin, de sus bromitas tontas, y de que no les quites puntos ni les castigues severamente como merecen.

—Tú no sabes si los he castigado severamente o no.

—¡Basta con imaginármelo! ¡A tu casa no le haces nada! Todo el mundo sabe eso y lo predica. ¡Tú nunca haces nada! —vociferó Merlina a punto de hacer una pataleta. Por suerte nadie pasaba por el pasillo en esos instantes. Severus estaba realmente serio, pero no era precisamente de enojo. Parecía pensativo... ¿O tenía una lucha interna consigo mismo?—. ¿A qué le temes Severus? ¿Por qué jamás haces nada? ¡Atrévete a actuar! ¡Eh! ¿Qué...? ¿Qué haces?

—Hacer algo, por supuesto —gruñó él entre dientes. Tomándola por los brazos la giró y la dirigió otra vez hacia el cuarto de la limpieza, con una fuerza que le hizo imposible combatir. La pilló tan por sorpresa, que tropezó con uno de los cubos, sintiendo que los brazos de Severus dejaban de afirmarla. Y, antes de que se volteara para salir, el cuarto había quedado nuevamente a oscuras. ¡Ese infeliz la había dejado encerrada! ¿Qué se creía? ¿Creía que podía hacer lo que quisiera con ella? ¡Quería dejarla en vergüenza, como siempre! ¿Acaso no había sido lo suficientemente clara, o es que no se había dado entender? Quizá el "atrévete a actuar" se lo tomó como un desafío para que finalmente le declarara la guerra, para humillarla como antes.

Se dio vuelta echando humo por las orejas para intentar abrir la puerta. Estaba decidida a derribarla con el poco ánimo que le quedaba, porque lo había gastado todo en reprocharle cosas a Snape.

En pie de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora