Ravenclaw versus Slytherin

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En un principio estuvo de pie ordenando los libros. Pero como el librero no era grande y tenía cerca de dos mil libros, comenzó a llevar torres y torres de ellos hasta el escritorio de Snape. Le dolían las piernas, estaba comenzando a sentirse cansada. Él sacaba cuentas en un trozo de pergamino.

Llegaron las once... doce... Merlina no llevaba ni la mitad. ¿Cómo que no daba para mucho esa tarea? Uno, dos... Comenzaba a ver borroso y los párpados se le comenzaban a cerrar. De vez en cuando se quedaba completamente sorda, de repente reaccionaba y seguía seleccionando. Algunos libros tenían la marca de editorial oculta, otros no tenían... Vio a Snape que cerraba su tintero, guardaba la pluma y que le decía algo, pero no le entendió... Quizá le dijo que se podía ir a dormir, pero ya no tenía fuerzas... Cerró los ojos.

Pum.

Merlina cayó dormida sobre los libros de la mesa. Severus la miró y bostezó. Se puso en pie y la levantó con cuidado, tomándola entre sus brazos. Merlina sintió que flotaba.

Mientras tanto, él pensó qué debía hacer. ¿La llevaba a su cuarto, en el segundo piso? No, quedaba muy lejos... No, no tanto, en realidad. Necesitaba una excusa para no alejarla de sí. Era cierto lo que le había dicho: deseaba estar con ella.

Miró la boca abierta de Merlina. ¿La llevaba a su propio cuarto? Miró su cara tranquila, casi inocente. No, ella podría pensar mal, con lo tremendamente exagerada que era... No, no era eso. Ella no pensaría mal, porque sabía que deseaba estar con él, sin embargo, él necesitaba no comprometerse demasiado. Debía tener un límite, así que la sentó en el sillón.

Se dio cuenta de que todavía tenía el pelo mojado, por lo que decidió secárselo con aire caliente de la varita. No deseaba verla enferma nuevamente. En el proceso, dos veces apegó la nariz al cabello de la mujer. Tenía olor a frutas tropicales y le sentaba delicioso.

Apagó las luces de su despacho y sólo por esa noche se permitió no dormir en su habitación. Lanzó un potente hechizo a la puerta para que nadie entrara, y así asegurarse de que sería una noche tranquila. Se sentó junto a ella y la observó; los ojos ya se le habían acostumbrado a la penumbra. Se acercó a sus labios para despertarla de un beso e incitarla a hacer algo más... pero eso era precisamente sobrepasar los límites. Se alejó despacio y suspiró. Con un dedo acarició su mejilla, pero ella no despertó. Finalmente la abrazó, hizo que apoyara la cabeza en su pecho y él apoyó la suya en la de ella.

Merlina sintió, en sueños, un confortante calor. Abrazó lo que tenía al lado. Snape sintió la mano de Merlina rodearlo por el abdomen hasta su espalda. En ese instante no había nada que temer, ni tampoco nada malo en un abrazo. Se relajó y no tardó en caer dormido también.


Merlina sintió peso y cosquillas sobre su cabeza. No oía los típicos pájaros cantar en su ventana, pero sí una respiración pesada y el latido de un corazón bajo su oreja izquierda. Con mucho esfuerzo abrió los ojos y bostezó. Se sentía atrapada. Miró lo que el panorama le permitía ver: un despacho lúgubre y frío; muchos libros sobre un escritorio... Dio un vistazo hacia abajo. Unas cetrinas manos se cruzaban en su cintura. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su cara y se sintió sonrojar, con el corazón latiendo agitadamente. Sacó su cabeza bajo la de Severus, que quedó colgando. Ella, con cuidado, la acomodó y se la apoyó en el respaldo. Snape abrió la boca ligeramente.

Merlina tenía una de sus manos en su espalda. Le acarició con suavidad, robándole un ronroneo a Severus.

¿Qué hora sería? Calculaba que debían ser las nueve y tanto, porque por una de las rejillas entraba algo de luz.

Se intentó reincorporar para echar un vistazo por la pequeña ventanilla, pero el profesor de Pociones, dormido todavía, la apegó más contra él. Al parecer no estaba dispuesto a soltarla.

En pie de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora