Me coloqué el short tratando de concentrarme en el respeto, paciencia y perseverancia, cuando solo pensaba en sexo desenfrenado y en amor...
Porque Amelia me hace pensar en el amor, y el sexo con ella sería hacer el amor, algo que nunca he hecho.
—No te pusiste ropa interior— señaló un poco sorprendida
—Tú tampoco llevas. Solo quiero igualar las cosas—le sonreí con picardía, sabía muy bien que era una tentación para ambos.
—Yo podría ponerme uno de tus bóxer, como ropa interior— indicó.
Ilusa, como si la fuese a dejar hacerlo.
—La cosa Amelia, que yo estoy muy cómodo con que vayas... libre por mi cuarto. No tengo intenciones de que eso cambie, aunque sea un poco tortuoso. En cambio, y a juzgar por las miradas lascivas que me dabas, tu niña pervertida, sufrirás.
—Lo dudo—me retó, pero cuando se mordió la comisura interna de su boca supe que mentía. Yo podría pasar una noche más con mi polla atormentada, pero creo que ella no estaba acostumbrada a estarlo. Yo haría que se acostumbrara, hasta que por fin reconociera que le gustaba.
—Ya veremos—dije entre risas.
Con deliberada lentitud me dispuse a preparar todo para acostarme, una vez más, me estaba mirando y lo sabía porque sus ojos encima de mí me daban escalofríos. Con el silencio entre nosotros quise preguntarle por su pesadilla, quería poder ayudarla y solo podría hacerlo si ella se abría a mí, pero no quería invadirla.
Y empezó a hablar por fin cuando nos acostamos, y cuando la sentí que se rompería en llanto la estreché contra mi cuerpo, queriendo mantener todas sus partes unidas, que supiera que contaba conmigo, que no la dejaría sola, ni hoy ni nunca. Las palabras a veces se me daban tan torpes, así que ésta fue la única manera que tuve que demostrarle mi incondicionalidad.
Entonces me dijo que era una pesadilla recurrente, pero me mintió, no sé en que parte, pero me mintió. Tal vez era más que una pesadilla recurrente, o fue la primera vez que la tuvo, o... fue más de lo que me dijo.
Me quedé pensando hasta que escuché su respiración acompasarse y la abracé con fuerza, aprovechándome de su sueño profundo. Olisqueé su cabello, ese aroma floral que tanto me gustaba ya no estaba, ahora olía a mi shampo y a mi jabón. No quería que oliese a mí, sino a ella.
Desperté primero que ella, pero no quise soltarla, así que cuando por fin abrió sus ojos y me regaló una mirada café y verde de buenos días, le sonreí. Me hizo sentir feliz despertar así con ella. Bajé a preparar el desayuno con ayuda de Gabriel y cuando ella entró a la cocina, mi corazón se calentó con la familiaridad del momento. Le enseñé donde estaban todas las cosas, porque trataría de que este momento se repitiera todas las veces que pudiera.
Después del instituto la llevamos a su casa como único pretexto de pasar con ella un poco más de tiempo, es que nunca me era suficiente y por esa misma razón estaba matándome haciendo ejercicios, tratando de sacarla de mi cuerpo, de mi mente pensando en ella en mi cama, en ella en mi carro, en ella en clases, en ella...
—Te desgarrarás un musculo si sigues así—Gabriel me advirtió por segunda vez, tratando de que bajase el ritmo de los abdominales que estaba haciendo. Me levanté del piso y sequé mi sudor.
—¿Qué harás esta noche?—le pregunté
—Hablar con Pacita, ver una película y morir de aburrimiento—él levantaba pesas con cara de molestia.
Ambos intentábamos llevar una vida tranquila en nuestro último año, queríamos ir a la universidad y no podíamos darnos el lujo de meternos en ningún problema. Una situación que nos desesperaba a ambos.
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No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1
Teen FictionRámses y Gabriel O'Pherer llegan a una nueva ciudad a cursar el ultimo año del instituto. Para nivelarlo en sus estudios le asignan a dos tutoras: Amelia y Marypaz. Rámses es un francés petulante, está molesto con la vida por quitarle a su mamá, tie...