Gabriel.
Mi hermano entró a su habitación y yo a la mía. Me fui a dar una ducha, pensando que quizás eso me ayudaría a calmarme pero incluso mientras me bañaba continué maldiciendo, insultando y berreando. Me controlé todo este tiempo, pero no tenía caso hacerlo mientras no había nadie para juzgarme. Así que incluso me permití llorar de impotencia sobre todo; ver a Amelia en ese estado me afectó demasiado, no poder acercarme a consolarla como quería hacerlo, me dolió.
Pero como siempre con todo lo que se tratase de ella, mandé a la mierda mi sensatez y después de vestirme salí del cuarto. Rámses estaba acostado en su cama, con Amelia a su lado acurrucada, el navegaba en su teléfono. Me vio en la puerta y me indicó que pasara.
Nunca la había visto tan frágil como en este momento.
—¿Qué crees que pasó?—me atreví a preguntarle
—No lo sé. Espero que haya sido Daniel, porque con eso puedo lidiar más fácilmente, pero si fue algo relacionado con Stuart, su padrastro... ¿Por qué no estás durmiendo?—me preguntó cambiando el tema.
—Por la misma razón por la que tú tampoco puedes dormir—respondí con sinceridad, teníamos un trato de ser brutalmente sinceros en todo lo que respectara a Amelia y planeaba cumplirlo—.
Mis manos picaban con ganas de acariciar su cabello, se veía tan delicada y apacible allí dormida, que casi era un mal sueño que hace poco hubiese estado tan fuera de sí. Mi hermano se aclaró la garganta y volteé la cara, no debía estar mirándola de esa manera.
—Quiero darme un baño... ¿Puedes vigilarla un momento? No quisiera que despertara y se encontrase sola...—
Asentí un tanto sorprendido. Rámses colocó su almohada para que Amelia la abrazase y entró al baño. Me senté a su lado y antes de que pudiese ni siquiera pensarlo, estaba acariciando su cabello. Era una noche fresca, así que halé una de las sabanas y la arropé con ella. Mi hermano salió cuando terminaba de cubrirla y me dio un pequeño asentimiento.
—No creo que pueda dormir—confesó—. ¿Quieres... ver una película?.
Pocos minutos después él había ocupado su lugar al lado de Amelia y me ofreció acostarme del otro lado. Encendió su laptop y la sostuve por él, en un angulo donde ambos pudiéramos verla.
En algún momento me quedé dormido y me desperté cuando la laptop se resbaló de mis manos, dándome un susto. Rámses también dormía, abrazando a Amelia. Dejé la computadora en la mesa de noche y antes de irme a dormir a mi cuarto, tomé la misma sabana con la que cubrí a Amelia y arropé a mi hermano.
***
Desperté temprano, quizás habré dormido solo un par de horas. Bajé a la cocina y mi papá ya estaba tomándose un café, me ofreció uno y me senté a su lado.
—Rámses aún duerme—me informó—, así que aprovecharé de hablar contigo.
Puso su taza sobre la mesa y supe por su rostro que no me gustaría nada lo que tendría que decirme.
—Existe una gran probabilidad de que Amelia haya sido abusada o maltratada por su padrastro. Sé que es algo que tuvieron que haber considerados ustedes, pero que quizás resulta demasiado... bizarro para ser verdad, pero creo que es lo que está ocurriendo y no podemos hacernos la vista gorda e ignorar esa posibilidad, debemos prepararnos para ella. Rámses se volverá loco y sé que tú también, pero te estoy dando la posibilidad de que lo asimiles en este momento, porque necesitaré de tú ayuda para controlarlo. No podré con los dos si mis sospechas se confirman.
La sangre me hirvió y el corazón me subió hasta la garganta. Palpitaba con tanta fuerza que me retumbaba en los oídos. Era la posibilidad que ni Rámses ni yo nos atrevimos a decir, ni siquiera cuando la situación del candado. Las señales estaban allí, pero no queríamos verlas. Sin embargo mi papá no sabía nada de Daniel, así que también cabía la posibilidad de que haya sido él, quien reapareció anoche, quizás se presentó en su casa y... No importaba quien le hubiese causado daño a Amelia, fuese Stuart o Daniel, Rámses querría matarlo y francamente yo querría ayudarlo.
Estaba enmudecido, interiorizando toda la rabia que circulaba en mi cuerpo en ese momento, tratando de apagar los fuegos que amenazaban con abrazarme de pura ira.
—Gabriel...—me llamó mi papá—, sea lo que sea que Amelia nos explique, y si es que llega a explicarnos, es necesario que Rámses no abandone la casa hoy. No confío que no planee cobrar una venganza. ¿Entiendes? Un asalto, un golpe, un asesinato no lo podrá cubrir Mike. Ustedes son preadolescentes, pueden ser juzgados como adultos. No quiero que corra sangre el día de hoy. ¿Quedó entendido?
Asentí. Estaba más que consciente de todo lo que podría implicar un Rámses furibundo.
Hace un par de años, cuando más perdido estuve en las drogas, y bajo el efecto de una de ellas, me peleé con un imbécil, ni siquiera recuerdo el por qué, pero yo salí perdiendo. Cuando Rámses me vio al día siguiente con el labio roto, el ojo hinchado y todo el cuerpo lleno de hematomas, fue la primera vez que lo vi enojado después de la muerte de mi mamá. Sus niveles de ira habían crecido definitivamente y lo confirmé cuando esa noche llamaron a mi papá desde la comisaria donde tenían retenido a Rámses.
Me impresioné cuando lo vi tan golpeado como yo, pero aluciné cuando supe que se había peleado con tres tipos, incluyendo el que me golpeó a mí, y uno de ellos estaba en el hospital.
Mi papá estaba al borde del colapso, eso iba más allá de peleas entre chicos, de strippers o prostíbulos. Mike llegó en la tarde de ese día para ayudar. Hayden no pudo viajar, pero llamaba cada hora para saber avances y recordarle a mi papá respirar, si hubiese estado allí lo hubiese estado monitoreando con estetoscopio y demás, no sería la primera vez tampoco. Por fortuna, los chicos con los que se peleó Rámses estaban en muy malos pasos con las drogas y no levantaron cargos contra Rámses con la condición de que él devolviese lo que les había quitado en garantía de protección. Al parecer si no entregaban la mercancía que Rámses les quitó, su vida estaba sentenciada.
Rámses se hizo el desentendido delante de papá y yo seguí también con su juego; sin embargo se reunió con Mike a solas y horas después salió libre sin ningún cargo. Hasta ese momento consumí drogas, porque las palabras que me dijo Rámses cuando salió, calaron profundo en mi: «Si sigues por ese camino, harás que me maten junto contigo», y yo definitivamente no quería ver a mi hermano ni muerto ni con su vida desgraciada porque yo quería ser un imbécil.
—Te ayudaré. No te preocupes—le respondí a mi papá—.
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No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1
Fiksi RemajaRámses y Gabriel O'Pherer llegan a una nueva ciudad a cursar el ultimo año del instituto. Para nivelarlo en sus estudios le asignan a dos tutoras: Amelia y Marypaz. Rámses es un francés petulante, está molesto con la vida por quitarle a su mamá, tie...