CAPITULO 22. POV Rámses. DIOS, NO PIDO MUCHO EN LA VIDA (primera parte)

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Gabriel le avisó a Marypaz que íbamos saliendo y luego que habíamos llegado. Estacioné la camioneta y Gabriel se dirigió hasta la entrada mientras yo caminaba por un costado de la misma. Amelia me avisó que lanzaría el bolso con las cosas que se llevarían por su ventana, y era mi trabajo recogerlo. Tal como dijo, allí estaba el bolso rosado, lo tomé y regresé a la camioneta para guardarlo. Estuve tentado de revisar en busca de pijamas horrorosas pero como también estaban las cosas de Pacita, no quise tener que verlas.

Vi cuando le abrió la puerta a Gabriel y éste entró dejándola en la puerta, lucía una falda y una blusa que dejaba sus hombros al descubierto. Se veía bellísima como siempre. Caminé con sigilo para sorprenderla y cuando estuve justo detrás de ella, me atreví a susurrarle muy cerca de su cuello, aspirando ese perfume floral que me embobaba, lo hermosa que estaba.

— Odio esa falda.— Tu es très belle – Estas muy hermosa—y rocé mis labios con su cuello, sintiendo como su piel se erizaba al más mínimo de mi contacto.

Ella se volteó y pude terminar mi recorrido por su cuerpo, mientras pellizcaba mi labio inferior.

Mi boca me exigía a gritos que la besara.

Su mirada fue tan escrutadora con la mía, sus ojos se ampliaron y pude notar como sostuvo la respiración mientras lo hacía.

—Así que tú eres el novio de mi pequeña— el padrastro de Amelia se dirigía a mi, con la típica mirada de padre celoso, a la defensiva y protector. Me miró con recelo, algo que no me sorprendía, sabía que los padres no eran de admirar a los chicos tatuados y perforados.

A los únicos padres de una novia que conocí fueron a los de Andrea, y solo porque eramos amigos antes de hacernos novios. A los de Marié les rehuí muchísimo, era un nivel de relación al que no quería llegar con ella. Pero no podía estar molesto con el padrastro de Amelia por su mirada despreciativa, porque confirmó lo que desde anoche sospechaba, que Amelia les habló de mí y me señaló como su novio, así su padrastro acababa de hacerme jodidamente feliz.

Con mi mejor sonrisa me acerqué hasta él y le extendí mi mano: —Así es.

Él no dijo nada, y yo mantuve mi sonrisa a pesar de su excesivamente fuerte apretón.

—Bien, ya se conocieron, ya nos vamos—Amelia cortó la incómoda situación cuando me tomó por el brazo y me obligó a salir de la casa.

Esperaba caerle bien a su padrastro, quizás pudiera ayudarlos a suavizar sus diferencias y mejorar las cosas para Amelia.

El lugar estaba repleto, por lo que atraje a Amelia hasta mí, tomándola de la mano. La gran mayoría de los estudiantes del instituto estaban acá, pero no me sorprendió. Gabriel consiguió una mesa y con los vasos de vodka servidos, hicimos un brindis, antes de que Gabriel se perdiese en la pista de baile con Marypaz, ambos me guiñaron un ojo antes de irse. Ninguno de los dos se dio cuenta del gesto del otro, y eso me causo gracia.

—¿Te dije que luces bellísima?—le repetí, porque no podía dejar de pensarlo.

—Me dijiste que estaba hermosa y que odiabas mi falda—su gesto fue de molestia, y dicho así entendía la contradicción en mis palabras

Quise decirle que se veía sexy, que verla me dolía en el corazón y de paso en la entrepierna, que solo quería besarla hasta que los labios me sangraran, tocarla hasta memorizar toda su piel, llevármela de allí y hacerla mía una y otra vez, pero me contuve. Creería que estoy loco y no por las razones correctas.

Ella me cargaba loco y disfrutaba la locura que me producía

—Es que hermosa no es suficiente y odio esa falda porque te queda... muy bien

No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora