CAPITULO 32. POV Gabriel. EL VILLANO DE LA HISTORIA (primera parte)

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Su madre se tapó la boca con la mano y con la otra se sujetó al señor Armando, éste miraba a Marypaz fijamente, con sus ojos humedecidos.

—¿Es verdad? ¿Vomitas después de comer?—le preguntó a su hija, quien no me quitaba la mirada de encima, estaba sorprendida por todo lo que dije—.

—Está obsesionada con bajar de peso. Tiene marcas en la columna porque debe estar haciendo demasiadas flexiones, los huesos en esa parte están marcados y lastimados.

Sus hermanos pequeños salieron de la casa y se colocaron detrás de su mamá.

—Marypaz Flores ¿es cierto? ¿Eres anoréxica?—insistió el señor Armando ahora con un tono más fuerte y Marypaz, incapaz de responderle o de mentirle, comenzó a llorar.

Quise acunarla, calmarla, asegurarle que todo estaría bien, que estaría a su lado, que la ayudaría, que no la dejaría sola pero ella me rechazó una vez más y me dolió enormemente.

—Te odio—me dijo mientras se lanzaba a los brazos de su mamá.

Sus hermanos pequeños comenzaron a preguntar todo de cuanto no entendían: ¿Por qué llora Pacita? ¿Qué es anoréxia? ¿Vomitó porque está enferma?. Su mamá intentó calmar los lamentos de Pacita y miró al señor Armando, pidiéndole con la mirada que alzara su camisa y confirmara lo que yo había dicho. El señor Armando subió con mucho cuidado y delicadeza la prenda de Marypaz y sus ojos se abrieron por sorpresa y tristeza, vio los huesos prominentes y la pequeña piel que los recubría violácea y verdosa.

El señor Armando asintió a la señora Carolina y ésta se unió a los llantos de su hija. Me dio una pequeña mirada que quise interpretar como de agradecimiento o de disculpa, quizás de ambas, y con Marypaz aún llorando y los pequeños insistiendo en sus preguntas, entró a la casa.

Me quedé con el señor Armando, esperando lo que me tuviese que decir.

—También lo notamos. Sus costumbres raras a la hora de comer, su falta de apetito. Pensamos que era una etapa, jamás creímos que...

—Está bien, ella fue muy cuidadosa para que no lo notaran

—Gracias por decirnos. Yo... tengo que ir allá adentro.

—Si—estreché su mano antes de marcharme de la casa.

Era tarde en la noche cuando llegué a la mía. No me acordaba del problema que había dejado aquí cuando salí.

Rámses estaba en su cuarto, la puerta abierta y con la luz encendida. Me acerqué y lo conseguí tumbado sobre la cama, navegando en la computadora.

—¿Cómo te fue?—me preguntó sin verme. Bueno, me estaba hablando, lo que probablemente significa que arregló las cosas con Amelia, de lo contrario estaría hecho un amargado muy furioso y mi vida estaría en peligro.

—Como la mierda, de hecho, peor que la mierda.

Me tumbé a su lado y le conté todo lo conversado y ocurrido.

—Entonces ¿terminaron?—preguntó al final, aunque algo me decía que era la primera pregunta que quiso hacerme desde que llegué.

—Sí, pero ella estaba tan molesta... Quizás con unos días logre calmarse y entender que lo hice por su bien.

Mi hermano torció el gesto y comenzó a prepararse para dormir. Me dio una de sus almohadas, me quité la ropa hasta quedar en calzoncillos y me deslicé debajo de las sabanas con él.

—Tus intenciones fueron buenas, pero la presionaste demasiado hermano. Hay circunstancias de donde una persona puede salir solo por si misma. Si la presionas: o cae más hondo o lo supera, pero...

—Lo sé, termina odiando a quien la presionó. ¿Pero que podía hacer? ¿Quedarme de brazos cruzados y esperar que un día se desmayara por no haber comido en días?

—Te repito, hiciste lo correcto. Ella algún día lo verá. Te tocará tener paciencia para que eso pase.

—¿Y qué pasó con Amelia?—pregunté al cabo de un rato mientras mirábamos el techo de su habitación en silencio.

—Estamos bien. Marypaz mintió.

Asentí aunque él no pudo verme: —Me alegro, eso había creído.

—¿Papá?—cuestioné, no lo había visto cuando llegué a la casa.

—Llegó en un muy mal momento—sonrió con el recuerdo—. Le dijimos que a Marypaz le cayó mal la comida y que la llevaste a su casa. Despues de eso vimos una película, comió y se acostó a dormir poco después de que se fue Amelia.

Suspiré agotado, los parpados me pesaban, el corazón me dolía, la cabeza amenazaba con estallarme: —Dormiremos de cucharita, me acaban de dejar, así que no te me pongas difícil y relájate.

Mi hermano rió: —Imbécil. No seré tú pasivo.

—Yo tampoco lo seré. Por eso es que nunca ha prosperado una relación entre nosotros, ninguno quiere ser el pasivo.

—Eres un idiota, un día alguien creerá esas chorradas tuyas.

Nos acurrucamos quedando frente a frente: —¿Eres el pasivo de Amelia?—me burlé

—No, y en dado caso quiero creer que sería su sumiso, suena más heterosexual.

Y reí con él, no me quedaba de otra. Mi novia me terminó diciéndome que me odiaba y una inoportuna e inadecuada esperanza de que yo le gustase a Amelia se encendió en mí.

¡Que mierda de día!

***

No era la primera vez que hablaba con ella por teléfono, pero si la primera que me sentí tan... raro, como ansioso y un tanto nervioso.

—Quiero ir a hablar con ella—insistió Amelia.

—No creo que sea buena idea. Creo que se sentía agobiada. Hay que darle su espacio.—le recordé.

Ella bufó y yo me reí. Estaba desesperada por saber de su amiga y lo entendía.

—¿Te ha respondido los mensajes o las llamadas?

—Ni uno solo...—mentí—, pero te diré si lo hace.

Pacita si me respondió todos los mensajes que le mandé para saber de ella. En todos me decía lo mismo con distintas palabras: "No quiero hablarte", "Déjame en paz", "No quiero saber de ti", "Te odio", "Jamás te lo perdonaré". Incluso llegó a sorprenderme cuando me lo escribió en Portugués, tenía algunas fallas su traducción, de seguro uso google para hacerlo, pero entendí igual el mensaje.

Por teléfono tampoco era mejor. No me atendía o me desviaba la llamada al buzón de voz, donde comencé a dejarle enormes mensajes míos disculpándome, explicándole una y otra vez por qué lo había hecho. Pero entonces su casillero de buzón se llenó y ni eso pude hacer. Solo me atendía el teléfono para gritarme que dejara de llamarla.

No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora