CAPITULO 31. POV Gabriel. SIEMPRE ME HAN GUSTADO MÁS TUS JUGUETES (3era parte)

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Giró sobre sus talones y apuntándome con su dedo índice volvió a gritarme: —No tienes ningún derecho a acusarme de nada. Tampoco ninguna prueba.

—Marypaz, había vomito en la taza del baño y tenías ésta paleta en tus manos aún sucia—tiene que comenzar a reconocer que tiene un problema—.

—Ya te dije, me cayó mal la comida, pero no quise arruinarle la cena al resto—sus gritos lastimaban su garganta, en su cuello se marcaban algunas venas que antes no lo hacían, lo sé porque me encanta besar su cuello.

—Te hemos notado más delgada y no has estado comiendo bien. Déjanos ayudarte—insistí tratando de buscar el apoyo de Amelia, quizás a ella si la escuchase.

—Ya veo... como no podías tenerlo, tenías que meterle mierdas en la cabeza

¿Qué?

Miré a Amelia y tenía su boca abierta, sus ojos desorbitados y sus mejillas rojas.

—¿Cómo que no podías tenerlo?—preguntó mi hermano—.

—¿No te lo dijo? Amelia está enamorada de Gabriel.

Mis ojos se desorbitaron en cuanto Marypaz terminó de decir esa frase. Mi hermano estaba furioso, sus puños apretados a ambos lados de su cuerpo, mirando a Amelia con tanto... dolor.

Quise acercarme a él, consolarlo, pero yo era parte culpable de ese dolor, por lo que no debía acercarme aunque quisiera.

¿Amelia enamorada de mí? ¿Desde cuándo? ¿Cómo? ¿Qué? ¿Enamorada de mí? ¿Y Rámses qué?.

Marypaz aprovechó ese momento para escaparse; recobré mis sentidos, dejé a un lado todas las preguntas que se repetían en mi cabeza y la imagen adolorida de mi hermano, y volví a seguirla.

Corrí detrás de ella pero no fui lo suficientemente rápido, se montó en un taxi y lo apremió para marcharse.

—Maldición—berreé en voz alta y regresé a la casa.

Ésta discusión no acabaría así. Tenía que hablar con ella y si no era capaz de escucharme, lo hablaría con sus papás. Entré a la casa y Amelia y Rámses se callaron de inmediato, era evidente que estaban discutiendo.

Ela se foi. Vou ir para sua casa- Ella se fue. Iré a su casa—tomé las llaves de la camioneta y me giré para marcharme.

—Amelia se va a su casa. Llévala—dijo Rámses y tuve que girarme para verlo. Estaba de espaldas a mí, así que mis ojos se encontraron con los de Amelia, haciendo que me sonrojase.

Mi hermano subió las escaleras de la casa y Amelia le gritó: —No me iré hasta que me escuches Rámses.

—Vete, yo me quedaré—me dijo con voz segura, evitando mirarme a la cara.

¿Es cierto lo que dijo Marypaz?, quise preguntarle, pero no era el momento. Mi prioridad es Pacita así que evité ese pensamiento y corrí a la camioneta. No tenía tiempo para lidiar con todo esto. Me concentraría en mi novia, si es que seguía siéndolo.

Toqué la puerta de su casa y Marypaz me abrió. Sus ojos estaban enrojecidos al igual que su nariz. Estuvo llorando y odié ser culpable de eso, pero me repetí que era necesario hacerlo, su salud estaba en juego.

—¿Qué haces aquí?—seguía molesta

—Pacita por favor, hablemos

—No tenemos nada que hablar Gabriel

—Entonces hablaré con tus padres, quizás ellos si estén dispuestos a escucharme.

Su rostro palideció y salió de la casa. Me empujó hasta la calle, donde estaba estacionada la camioneta. Cruzó sus brazos sobre su pecho y alzando el mentón me repitió que la comida le había caído mal. Me estaba retando a llevarle la contraria.

No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora