Era la hermana menor de Franco y es la más loca de los dos. Franco era reservado y callado, ella era todo lo contrario. Un Yin y Yan perfectamente acoplados. Cuando más deprimido estuve después de que mi mamá falleció, la conocí. Su exceso de energía, su capacidad para reír en todo momento y para llevarme al límite hizo que me fijara en ella. Por el tiempo que estuve a su lado pensé que estaba enamorado, y me sentí decepcionado de ese sentimiento. No era todo lo que yo veía en mis padres, era vacío, pasajero y momentáneo. Si estaba a mi lado, sentía que la quería, pero si estaba alejado de ella, bien podía ser una perfecta extraña.
Ahora que tengo todos estos sentimientos hacia Amelia, entiendo que jamás quise a Marié, ella fue una bocanada de aire fresco cuando yo solo podía ver tristeza a mi lado. La usé para sentirme vivo, le robé parte de su chispa de alegría porque la mía estaba apagada, y cuando me engañó, ya no tenía ninguna razón para quedarme a su lado.
Pero en cambio Amelia encendió mi chispa, y ni siquiera la había besado.
Me despegué de Marié con esfuerzo, ella tenía sus brazos anudados a mi cuerpo. Su aliento era de alcohol y su ropa olía a cigarrillo. Se rió de mi desprecio, como si fuese algún reto que acababa de imponerle.
—Marie, c'est suffisant – es suficiente- —notó mi voz seria aunque hizo un puchero como ultimo recurso. No funcionó.
Me giré buscando a Amelia, ignorando lo que Marié me decía y la encontré siendo arrinconada por un Cólton muy drogado. Amelia torció el gesto y la cara, huyéndole al beso que quería darle. Empujé a Marié fuera de mi camino y me coloqué entre Cólton y Amelia evitando su contacto.
—Ella no juega Cólton—siseé
—Y al parecer ya tú tampoco—dijo Marie, situándose a su lado.
—Contigo no, por lo menos—espeté, por primera vez le dejé claro en voz alta mi arrepentimiento en lo que ella y yo tuvimos, algo que nunca debió ser.
Tomé a Amelia de la mano, desesperado por sacarla de allí. Mientras más tiempo permaneciéramos en esa casa, más imposible se me hacía la posibilidad de que me perdonase por haberla llevado a ese sitio.
Recordé la cercanía de Cólton y quise matarlo. Nadie podía estar así de cerca de ella y mucho menos él, apestando a alcohol y sexo con alguna puta barata. Si la hubiese tocado, ¡Dios, esperaba que no la hubiese tocado!, porque regresaría a esa casa y lo golpearía hasta que no tuviese fuerzas en mí.
Detuve la camioneta apenas pude, deseando salir de la mortificación.
—¿Estas bien? ¿Te tocó?—la miré con detenimiento, como si fuese capaz de ver las marcas de las manos de Cólton sobre ella—. Lamento no haberte advertido, lamento haberte llevado. Pensé que ellos habían cambiado, eso me dijeron. De haber sabido que seguían con eso, no te hubiese traído—mis palabras salieron apresuradas, porque el desespero corría por mis venas. La imaginaba una vez más saliendo de la camioneta, alejándose de mí.
—No me hubieses traído pero ¿tú si hubieses venido?— preguntó, su ceño fruncido.
—No hubiese venido—le aclaré mirándola a los ojos, pude ver cierto alivio cuando se lo dije y un atisbo de esperanza se coló en mi ser—. Por eso le pregunté a Cólton, porque no quería verme envuelto en esto otra vez.
—Entonces si has participado.
—No cómo crees—me incorporé en la vía, tratando de evitar el tema. No quería tocar mi pasado con Amelia, por lo menos no todavía. Pero ya sabía que su curiosidad podía más.
Tuve que dar un respiro profundo. No responderle podía significar que se molestase y creyese lo que no era. Responderle podía confirmar sus peores sospechas y que igualmente se molestara. Estaba atrapado y bien jodido. Pero me decidí a responder, esperando que me diera puntos apreciativos por sinceridad.
—Antes participaba como observador, nunca me llamó la atención ese tipo de juegos. Después apareció Marié, la hermana de Franco, y solo tonteaba con ella.
¡Dios! No puedo creer que esté contándole esto. Casi siento que tengo que despedirme de la oportunidad de besarla tan siquiera. Sus preguntas siguieron y jamás se me hizo tan eterno el viaje de regreso a la casa. Me salía natural hablar las cosas con ella, pero ¡Mierda! Con cada palabra que salía de mí como: drogas, alcohol, sexo y orgía, sentía más imposible y lejana cualquier posibilidad con ella.
—Marié y tu...
¿Es posible que esté celosa?
—Si. Yo nunca participé y ella no participaba, hasta un día que Franco, su hermano, no estaba presente. Ese día ella participó y yo dejé tontear con ella.
—¿y las drogas?
¡¿Pero hasta cuando este interrogatorio?!
—Si. Esa fue una relación que me llevó más tiempo terminar.
Apreté mis labios y me preparé para su próxima pregunta pero nunca llegó. Por desgracia el silencio en que caímos solo hizo que el alcohol que había consumido esa noche me llegara a la cabeza. Me comencé a sentir un poco mareado, y avisándole, me dispuse a manejar más lento, tratando de concentrarme en el camino. La noté un poco nerviosa y quizás tan mareada como yo, porque se mecía inconscientemente en su puesto; pero creí que estaba realmente drogada cuando me dijo que ella podía manejar.
O ella estaba drogada como para atreverse a creer que yo le daría la camioneta diplomática de mi papá, o me consideraba tan borracho o demente para acceder. En cualquier caso la respuesta fue un no rotundo.
Finalmente llegamos a la casa y mientras ella ponía a Gabriel en su lugar aproveché de entrar al baño a orinar. Su bolso estaba en el mueble cerca del baño y la curiosidad me dominó, le hice una imperceptible señal a Gabriel y tomé el bolso. Pude ver que trajo una pijama que acabaría con cualquier remota posibilidad de sentir su piel contra la mía. Tomé el ridículo pantalón y haciéndolo bolita lo escondí en la parte de atrás del gabinete del baño. Ella jamás lo conseguiría.
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No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1
Novela JuvenilRámses y Gabriel O'Pherer llegan a una nueva ciudad a cursar el ultimo año del instituto. Para nivelarlo en sus estudios le asignan a dos tutoras: Amelia y Marypaz. Rámses es un francés petulante, está molesto con la vida por quitarle a su mamá, tie...