CAPITULO 24. POV Rámses. GOLPE DE ESTADO (primera parte)

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No pensé que lo de Daniel hubiese sido tan grave. Jamás imagine que... ¡Dios!. Sus palabras aun retumbaban en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez. Tantas cosas ahora tenían sentido para mí.

En el recorrido hasta el centro comercial permanecí callado, tratando de asimilar todo lo que me había dicho, todo lo que tuvo que vivir y todo lo estúpido que me comporté con ella.

Por supuesto que se creía rota. La virginidad está sobrevalorada, pero una cosa es dársela a quien se quisiera y otra es que te la robasen.

Me mantengo firme en que la repararé, aunque no esté rota. Haré que deje de pensar en ella de esa forma, pero ¿Cómo? Si a mí me cuesta lidiar con lo que ella me contó.

No la trataré diferente, haré mi mejor esfuerzo en no sentir que es una muñequita de fino cristal que se romperá en cualquier momento, porque es fuerte.

Amelia es fuerte

La llevé tomada de la mano hasta la joyería del papá de German, donde fui a retirar los piercings que le encargué. Ella estaba distraída viendo las joyas

Je cherche des boucles d'oreilles de dame - Estoy buscando unos aretes para dama—le dije al papá de Germán, haciéndole una seña con mi cabeza hacía Amelia, él la entendió a la perfección.

Me buscó un pequeño estuche de terciopelo donde me mostró algunos modelos. Escogí unos de sharowski que parecían brillar en todos los colores.

— Envoyez-les à Germán - Envíeselos a Germán—él asintió y mientras pagaba le escribí a mi tatuador.

—Tú papá te hará llegar un pedido mío para Amelia. Guárdalos, estoy seguro de que los necesitarás muy pronto. Es sorpresa.

Su respuesta no tardó en llegar: —Esta bien. ¿Ya ha pensado en el tatuaje?

Recordé la última conversación de anoche, donde confesó querer hacerse uno pero no dio más detalles.

—Lo está considerando. Tú solo inclúyele de alguna forma una rosa en el diseño que ella escoja.

Pagué los aretes y me acerqué hasta Amelia colocando mi mano en su cintura. Le dije que le quedarían bien otras perforaciones en sus orejas. Espero que me tomase la palabra.

Estaba haciendo un gran esfuerzo en tratarla como si no me hubiese contado que había sido violada y como si yo no hubiese estado actuando como un loco obsesionado con el sexo, provocándola, tentándola...

Accedió más rápido de lo que pensé a hacerse las otras perforaciones y vi la oportunidad para saber más sobre el tatuaje que se quería hacer.

Mis sentimientos eran un torbellino, una locura que volvería loco al más sano. Seguía muriéndome por besarla pero ahora más que nunca tenía miedo de ir muy rápido después de lo que me contó. En mi interior mi cerebro y mi corazón libraban una batalla campal, yo solo esperaba que mi entrepierna no quisiera participar, porque lamentablemente esto se podría salir de mis manos y terminar en alguna cárcel por acoso, un hospital por una erección que nunca me bajase o en un psiquiátrico.

Suspiré tratando de relajarme. Si tan solo supiera con certeza lo que ella siente por mí, sobre todo que no me rechazará o que no la presionaré, podría sentirme más tranquilo. El aire a mí alrededor se sentía denso, la lucha dentro de mí me estaba causando náuseas y mareos.

Salimos de la tienda y subimos por las escaleras mecánicas hasta el nivel de los cines, donde Marypaz y Gabriel nos esperaban.

—Quiero un ave fénix, pero aún no consigo una imagen que me guste lo suficiente—su respuesta me sorprendió y alegró, porque yo tenía un ave fénix y me gustaba la idea de que compartiésemos algún tatuaje.

La miraba explicarme lo que quería para su tatuaje, con sus labios abrillantados moviéndose con lentitud. Ella estaba muy cerca de mí, gracias a la cantidad de personas que llevaban la misma ruta que nosotros. Me costaba concentrarme en no besarla y en darle espacio, con las palabras de esta mañana traumándome una y otra vez. Mis manos sudaban como si fuese un niño de once años hablando por primera vez que con su crush.

Y entonces me dijo que quería un tatuaje con muchos colores, que empezara en el hueso de la cadera y que subiese por el costado y sobre las costillas, dibujando el recorrido con su mano, invitándome a mirarla, a ver la curvatura de su cintura, a imaginarme un tatuaje en esa zona y mi boca besándolo.

Alcé la vista hasta sus ojos marrones y me perdí en ellos.

Mi mente hizo una vez más corto circuito, mi corazón se declaró en huelga y se alzó con la victoria, mi sistema respiratorio dejó de funcionar y mi entrepierna se apretó contra mis pantalones.

¡Ay mierda!

Mi cuerpo entero se revelaba en contra de mí, exigía a gritos que la besara, se negaba a mantenerme vivo si no lo hacía... y pronto.

Ni siquiera mis pies quisieron seguir caminando, quedé estático con ella a mi lado, en medio de un mar de personas que poco me importaban, porque en estos momentos solo sentía su mano tibia sujeta a la mía, su mirada derritiéndome y sus malditos labios rosados tan provocativos perturbándome.

Mi corazón tomó el mando, le dio una orden a mi boca de hablar, anuló por completo a mi cerebro, y entonces después de tanto tiempo hablé:

—Iremos al ritmo que tú quieras ir.

Mi rebelde corazón bombeaba con rapidez la sangre a mi organismo. Cada célula esperaba su respuesta, ansiosa y necesitada.

—¿Y si no sé a qué ritmo quiero ir?—preguntó

—Entonces lo averiguaremos juntos. Solo debes decirme si voy muy lento o muy rápido. ¿Está bien?

Y ella sonrió y asintió. No habían mariposas en mi estómago, eran fuegos artificiales, explotando sin control, derritiéndome desde adentro hasta afuera. No había vuelta atrás, era ahora o nunca. Y mi corazón gritó con fuerza su orden, enviando escalofríos a todo mi cuerpo:

—Me gustas mucho Amelia

Parpadeó sorprendida. ¿Cómo podía aun estar sorprendida de mi declaración?

—¿Muy rápido?—mi corazón se mantuvo firme en su posición, mi cerebro estaba asustado y mandaba señales de huida a todo mi cuerpo, pero ellos estaban con el corazón, esperando una respuesta

—Muy lento—me dijo y se acercó hasta mí, se puso en puntillas y rozó sus labios con los míos.

Ella profundizó el beso y mi cuerpo siguió sus ordenes. Ya no mandaba ni siquiera una parte mía en mi cuerpo, era Amelia la que tenía el absoluto control. Siempre lo tuvo, y se sentía tan jodidamente bien, que no sé por qué me resistí por tanto tiempo cederme a ella.

No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora