CAPITULO 34. POV Gabriel. EL VILLANO DE LA HISTORIA (tercera parte)

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Mi pecho subía y bajaba con fuerza. Tenía un nudo de emociones atravesado en mi garganta. Limpié las lágrimas que se escaparon, eran de rabia, dolor, tristeza, impotencia. Era por todo lo ocurrido en los últimos días.

Mi papá estaba mudo mirándome, su boca abierta boqueaba palabras sin que nada saliese de sus labios.

—¿Te enamoraste de ella?—miré el piso con una de mis manos pellizcando el puente de mi nariz. Las palabras eran un lamento, una tristeza que me hizo sentir peor de lo que ya me sentía. No tenía ni siquiera fuerzas para responder, porque estaba cansado de fingir que era mentira, que solo era una atracción pasajera.

Quería a Pacita, más de lo que creía, pero amaba a Amelia, como no había amado a nadie antes.

Los ojos de mi papá se salían de sus orbitas. Se levantó con rapidez y eso me hizo prepararme para lo peor. Por puro instinto separé mis piernas, afianzando mi peso en el piso, y apreté los puños sin alzarlos, preparándome para el golpe, escuchando sus pasos acercarse a mí. No me defendería, lo tenía bien merecido.

Je t'ai posé une question. Vous êtes tombé amoureux d'Amelia?- Te hice una pregunta. ¿Te enamoraste de Amelia?.

Rámses estaba parado frente a mí, sus puños también fuertemente apretados a sus costados.

Mi papá se interpuso entre nosotros, con las manos alzadas tratando de buscar paz o de evitar lo que inevitablemente ocurriría.

—Te juro por mamá que no lo busqué, y te juro por ella misma que si pudiera dejaría de estarlo. Pero si, me enamoré de ella—se sentía jodidamente bien decir la verdad, aunque me gané una mirada de mi papá que me pedía a gritos silencio—.

—Júrame por mamá que no intervendrás, que no interferirás entre nosotros

—Rámses, Gabriel—intentó mediar papá

—¿Recuerdas cuando me decías que Amelia te derretía el cerebro? No podías pensar con claridad y te volvías estúpido...

Mi hermano asintió con su mandíbula apretada con fuerza

—Lo juro. Por nuestra madre muerta, que no haré nada consciente para interferir entre ustedes y que lucharé con todas mis fuerzas para recordar este juramento aunque ella sea capaz de nublarme mis sentidos y racionalidad.

Su mirada miel era un reflejo de la mía. Sabía muy bien lo que estaba pensando y también él sabía lo sincero que fui en mi juramento.

—Siempre y cuando ella no sienta nada por mi...

Uno...

Dos...

Dos segundos.

Dos segundos fue todo lo que Rámses necesitó para apartar a mi papá. Con su pecho contra él mío me hizo retroceder hasta la pared más cercana. Nuestras narices casi se rozaban. Rámses era un poco más alto que yo, pero erguido como estaba lucía enorme, y yo sintiéndome como la basura que era, me sentí pequeñísimo.

Mi papá intentó alejarlo de mí, pero yo no quería que lo hiciera. Estaba cansado ya de disimular todo lo que sentía, agotado. Esta situación la odiaba y de una u otra manera quería poner todas las cartas sobre la mesa.

—Ella no siente nada por ti—siseó embravecido—.

Ramsès, s'il vous plaît...- Rámses por favor...—mi papa intentaba en vano meterse entre nosotros—.

—Entonces no tienes que temer por unos piropos—lo reté molesto.

Gabriel é suficiente- Gabriel es suficiente—la voz sería de mi papá, esa que pocas veces usaba, me hizo calmarme.

Respiré profundo. Rámses tampoco tenía culpa de lo que estaba pasando conmigo y entendía el miedo que sentía, porque yo lo sentí con Andrea, pero la diferencia es que él si se interpuso y me jodió, pero yo no le haría eso, aunque se lo mereciera y aunque Amelia decidiera mañana que ya no lo ama y que me ama a mi...

Je sais, d'accord? Je sais qu'elle ne ressent rien pour moi, je sais qu'elle est amoureuse de toi et je sais que tu l'aimes. Je ne serais jamais entre vous, même si je peux être un idiot à plusieurs reprises, je ne ferais rien pour vous blesser frère. - Lo sé, ¿está bien? sé que no siente nada por mí, sé que está enamorada de ti y sé que tú la amas. Nunca me interpondría entre ustedes, aunque pueda ser un idiota muchas veces, no haría nada que te dañara hermano.—se lo dije en francés, en su terreno, dejándole claro mis intenciones sinceras.

Desde pequeños hablábamos con los idiomas con los que más nos identificábamos, y establecimos ciertas reglas, juegos que se convirtieron en normas de nuestro código de hermanos. Cada idioma era nuestro territorio, si alguno traspasaba esa línea era un llamado de atención, una amenaza o advertencia, dependiendo lo que se dijese. Pero existía una excepción: podíamos mentir en nuestro idioma, pero nunca en el idioma del otro. Así que si en algún momento nuestra palabra era puesta en duda por el otro, solo bastaba con exigir que lo dijésemos en su idioma para que se ganase nuestra confianza irrefutable e incuestionable. Respetábamos nuestras reglas más que las que nos podía imponer nuestro papá, fue lo único que nos mantuvo unidos en nuestros periodos más oscuros.

Me miró por unos segundos que se me hicieron eternos.

Eu não procurei Andrea, acabou de aparecer. Eu realmente acreditava que o que eu sentia por ela era amor, e eu estava desesperado por sentir alguma coisa ... bom depois da mamãe, então ignorei o que sentiu por ela. Desculpe, eu era um idiota imaturo e egoísta. Não quero te machucar com Amelia, mas eu a amo e não posso fugir, se eu fosse outra, eu faria isso sem hesitação. - Yo no busqué a Andrea, fue algo que solo surgió. De verdad creía que lo que sentía por ella era amor, y estaba desesperado por sentir algo... bonito después de lo de mamá, por eso ignoré lo que tú sentías por ella. Lo lamento, fui un idiota inmaduro y egoísta. No quiero hacerte daño con Amelia, pero la amo y no puedo alejarme, si fuese otra, lo haría sin dudar.

—No te podría pedir que la dejaras. Solo... tenme paciencia, superaré esto.

Rámses asintió y con papá aun tratando de meterse entre nosotros me abrazó. Fue agradable a pesar de la incomodidad de la posición.

Dos segundos.

Dos segundos fue lo que necesitó Rámses para darme un golpe en el rostro. No fue fuerte, no estaba destinado ni siquiera a dejar marca, solo a advertir algo.

—¿Qué mierda?—gritó mi papá empujando a Rámses con todas sus fuerzas lejos de mí—, ¿Por qué hiciste eso?

—No me vuelvas a mentir en nada que se refiera a Amelia. Ni en lo más mínimo. Nunca, sin importar lo insignificante, inocente u horrible que pueda ser. Es la única forma de que estemos bien—lo pronunció con deliberada lentitud, quería asegurarse de que me quedase claro lo que sería una nueva regla entre nosotros, tan inquebrantable como la regla de nunca delatarnos—.

—Trato—respondí sobando mi quijada.

Rámses salió del cuarto tan silencioso como cuando entró mientras yo me confesaba a mi papá en un arrebato.

—Bueno, eso ha salido mejor de lo que pensé—mi papá se tumbó en mi cama botando todo el aire que estaba en sus pulmones—.

—La verdad es que sí—confesé sentándome a su lado—.

—Deberías llamar a Mike, es un experto en enamorarse de la chica equivocada... y quedarse en la friendzone de por vida.

—¿A ti nunca te ha pasado?—pregunté con mi ceja alzada, no era propio de mi papá ser petulante.

—Claro que sí, pero yo me quedé con la chica, Mike no. Y en este caso hijo... tú no te quedarás con Amelia.

No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora