Adoraba a mi papá, aunque en estos momentos, no tanto.
Tenía un placer sádico y morboso en torturarnos cuando teníamos resaca, que rayaba en la locura. Lo disfrutaba demasiado.
¿Serán todos los papás así?.
Amelia se escondía de los rayos solares en mi cuello, no me podía quejar de eso, pero mi cabeza retumbaba con tanta fuerza después de la noche anterior y lo tarde que llegamos, que no lo estaba disfrutando tanto como quisiera.
Gabriel sacó sus lentes oscuros y antes de que pudiera ponérselos mi papá extendió su mano para que se los entregara.
—Hace un día tan precioso, no podrás disfrutar del sol si llevas puesto lentes—dijo con inocencia y se rio.
Eso, era cruel de su parte. Escondernos las pastillas para el dolor de cabeza, era maquiavélico.
Su mente retorcida realmente me preocupaba a veces, pero no nos quitaba las ganas de seguir bebiendo, solo nos motivaba a ser más creativos en que no nos descubrieran.
Es un reto para nosotros.
.
—Lo lamento Amelia, son las reglas de la casa—explicó con una sonrisa divertida en su rostro—, si salen, les haré la prueba de la resaca al día siguiente.
Por suerte mi hermano sacó a relucir sus mejores dotes de robo y narcotráfico, haciéndome sentir orgulloso, nos ofreció unas pastillas de ibuprofeno a cada uno que nos cayeron de maravilla considerando que el castigo de iniciada de Amelia también incluía llamar a sus abuelos y ponerlos al día sobre la situación de Stuart.
Ella tomó mi teléfono y se alejó de la mesa, sentándose en una más alejada en las afueras del local. Jugueteaba con una servilleta, con su mirada gacha, sabía que estaba llorando y me moría por acercarme a ella y consolarla.
—Dale su espacio—me dijo mi papá como si me leyese la mente—, tiene que hablar con sus abuelos y enfrentar la situación sola. Ella sabe que cuenta contigo, con nosotros, pero hay cosas que ella debe hacer por si misma y ésta es una de esas.
—¿Y si los abuelos se la quieren llevar con ella, hay forma de que podamos evitarlo?—preguntó mi hermano, era lo que más nos asustaba a todos.
—No podemos evitarlo—la cara de tristeza de mi papá y la seguridad en su voz me dejó claro que esto ya lo había discutido con Mike—, pero hablaré con ellos para que Amelia pueda quedarse con nosotros hasta que terminen las clases.
Es muy poco tiempo.
—¿Cómo la dejaremos ir con ellos? No sabemos si son tan locos con la mamá. ¿Y si no le creen?, si considerará llevársela sin importar si pierde el año escolar tenemos que descartarlos de inmediato—hablé.
—Tiene razón lo que dice Rámses papá—me apoyó mi hermano—, ya ella ha pasado por mucho como para que ahora tenga que irse con esos abuelos, que no conocemos.
—Primero—explicó Fernando O'Pherer, el diplomático—, ellos son los abuelos de Amelia, familiares consanguíneos. No es cuestión de dejarla o de descartarlos. No la estamos dando en adopción, no somos quien para escoger con quien se irá o si se quedará con nosotros. Entiendo todas sus preocupaciones y también son las mías, créanme que no quiero que Mia siga sufriendo, que quiero protegerla y que tampoco sé quienes son sus abuelos o si la tratarán bien, si la quieren, si no son unos locos como su mamá... pero esto se escapa de nuestras manos. Su mamá no la quiere a su lado...
—No la quiere y punto—interrumpí.
—...entonces lo más lógico es que ella vaya con sus familiares más cercanos, que en este caso son sus abuelos. Ya lo hablé con Mike y lamentablemente no podemos hacer nada aquí y menos si le damos una mala impresión a sus abuelos. Solo me queda conversar con ellos y lograr que se quede hasta que finalice el instituto y cuento con ustedes para que esos señores se lleven la mejor impresión de su vida, que sepan que Amelia es respetada, cuidada y querida en la casa.
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No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1
Teen FictionRámses y Gabriel O'Pherer llegan a una nueva ciudad a cursar el ultimo año del instituto. Para nivelarlo en sus estudios le asignan a dos tutoras: Amelia y Marypaz. Rámses es un francés petulante, está molesto con la vida por quitarle a su mamá, tie...