Me costó una eternidad por fin quedarme dormido, fue definitivamente el cansancio el que logró tumbarme, pero cuando escuché unos pasos adentrándose en la cocina de la casa me desperté. Me dolía todo el cuerpo, éste mueble no era igual a mi suave cama, dormí con una pierna guindando hacía el piso, incómodamente enredado entre la cobija. La luz del sol me molestaba la vista, así que usé mi brazo para escudarme de ella.
Escuché unas nuevas pisadas que sabía que le pertenecían a Amelia.
—Rámses—susurró en un muy mal intento por despertarme. Me hice el dormido, quería ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar para que abriese mis ojos.
Insistió llamándome, pero no me moví, su aliento mentolado y tibio rozó mi rostro cuando me llamó una vez más y no pude evitar halarla por su brazo y tumbarla sobre mí, mientras la envolvía en un abrazo. Todo su cuerpo estaba en cuestión de segundos pegado al mío, como tanto me atormentó en mis sueños, temí que escuchase el violento martilleo de mi corazón pero entonces la sensatez volvió a mí, recordando que su mamá estaba a pocos pasos de nosotros. Sin poder seguir disimulando desplegué una sonrisa y abrí mis ojos, su mirada café y verde me traspasó con facilidad.
—Bonjour Bombón- Buenos días Bombón—susurré para que su mamá no pudiera escucharme.
—¿Te volviste loco? Mi mamá está en la cocina—me recordó con un leve pánico en su voz y zafándose de mí agarre. Mi cuerpo se sintió repentinamente frio y vacío sin el de ella sobre mí.
—Tomaré nota que no te molestó que te acostara sobre mí, solo que tu mamá pudiese descubrirnos—me incorporé en el sofá y estiré mis adoloridos músculos.
—¿Qué? No...—comenzó a decir cuando la cantarina voz de su mamá anunció el desayuno.
No hubiese podido refutarme lo que le dije ni aunque lo intentase, y menos mal que no lo hizo, porque acababa de dejar una pequeña ventana abierta para que me acercase nuevamente a ella, y planeaba aprovechar cada oportunidad que me diese.
Después de un gran desayuno donde le demostré que mis papás no criaron a un salvaje y que podía ser perfectamente educado y protocolar, su mamá se marchó, con el tiempo justo y necesario para que Gabriel llegase.
Mi hermano tocó el timbre sin haberme dado tiempo de decirle a Amelia sobre los planes de la playa, aunque no dejaría que se negase.
—Está abierto—grité y Amelia se descompuso en horror, alegando que podía ser un sádico, ladrón o violador, como si alguno de ellos tocaría la puerta.
—... no puedo asegurar de que él no sea nada de lo que dijiste
Gabriel entró directo a saludar a Amelia, dándole un beso en la mejilla que no me causó ni un poco de gracia, menos cuando la hizo ruborizar preguntándole si se encontraba bien.
Quiero ser el único que la haga ruborizar.
—...¿Y este imbécile te trató bien?—preguntó Gabriel.
Sabía que quería exponerme, sobre todo porque no tenía tiempo de interrogarme para saber lo que pudo haber pasado entre Amelia y yo.
—Lo que pasa en la habitación se queda allí, pero ya que insistes, la traté muy bien—respondí y sonreí victorioso cuando Amelia se sonrojó a tal punto que hasta se atoró y Gabriel tuvo que darle golpecitos en la espalda para ayudarla aunque ella negaba necesitar ayuda.
—Tranquila, ya reconozco sus chistes—dijo Gabriel fulminándome con la mirada—. Nada bom irmão- Nada bien hermano—me reprendió aunque no entendí por qué, sus juegos solían ser más bochornosos que los míos, quizás le molestaba que comenzaba a usurparlo.
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No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1
Teen FictionRámses y Gabriel O'Pherer llegan a una nueva ciudad a cursar el ultimo año del instituto. Para nivelarlo en sus estudios le asignan a dos tutoras: Amelia y Marypaz. Rámses es un francés petulante, está molesto con la vida por quitarle a su mamá, tie...