CAPITULO 14. POV Rámses. ME CUESTA DECIRLE QUE NO (primera parte)

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Cuando la molestia por lo de su padrastro se me pasó, pude por fin disfrutar de la noche a su lado. El lugar que le conseguí a Cólton, quedaba en el centro, en un local de estilo rockero que brindaba oportunidades a nuevas bandas y sobre todo a las extranjeras. Les había mandado algunas de las canciones y referencias de la banda en Francia y aceptaron casi de inmediato. Pero lo mejor fue cuando el dueño de ese local resultó tener franquicias en otras ciudades y los invitaron a esos otros locales como parte de su muy improvisada gira.

Al final del cuento, yo que solo quería ayudarlos con un toque en la ciudad, terminé consiguiéndoles la mitad de su gira, pero ellos se lo merecían. Eran unos chicos alocados, pero dedicados con pasión a su música, y eran realmente buenos.

Estacioné la camioneta y le di una generosa propina a quien estaba a cargo de cuidarla, si algo le llegaba a pasar mi papá no me lo perdonaría nunca, sobre todo porque fue una asignación que le hizo la embajada como condición de su traslado. Amelia se bajó de la camioneta y cuando estuvo a mi lado enmudecí como siempre me pasaba.

Con la premura con la que se subió escapando de su padrastro no noté como estaba vestida. Con el mayor descaro filtrándose por mis poros la miré de arriba hasta abajo y de regreso, detallando sus generosas curvas. La voz de Gabriel me recordó su último consejo: "Piensa en voz alta", y considerando que me encontraba un poco desesperado, porque nada de lo que hacía parecía funcionar con ella, lo puse en práctica.

—Odio como luces—y ella frunció el ceño, quizás debía pensar mejor, o quizás complementar la frase—me costará mucho alejar a todos los tipos de ti.

Y otra vez la voz de Gabriel me invadió, recordándome que ella no entendía las indirectas, sobre todo cuando Amelia bufó y no creyó mi palabra. Me armé de valor, porque en realidad no estaba acostumbrado a dar piropos, no porque las chicas con las que saliesen no fuesen lindas, sino que no eran el tipo de recibir piropos, ni nada romántico o dulce. Pero Amelia merecía solo las mejores palabras, así que hice un mejor esfuerzo

—Bien, me costará mucho alejarme de ti—le confesé y ella solo pudo murmurar un pequeño gracias y ruborizarse.

Creo que tampoco estaba acostumbrada a recibir halagos.

O en definitiva, yo apestaba en esto de los piropos.

Uno de los chicos de la fila la escaneó con una mirada que pudo haberle costado un golpe de mi parte, pero deseando que la noche no terminase en ninguna golpiza, la atraje hacía mí, para mandar el mismo mensaje a todos los chicos que se atreviesen a mirarla: Ella es mía.

Y pensar que nunca fui celoso, y aquí estoy, marcando mi territorio. Si fuese perro la orinara, si fuese gallo la pisara, si fuese colono clavara el asta de mi bandera en... esa es una línea de pensamiento que no debo seguir.

La noche pintaba bastante bien con ella a mi lado, había logrado mantener a los chicos alejados de ella y a mi amigo tranquilo en el sur, pero entonces ella se subió a una silla para disfrutar mejor del concierto y tuve por una hora su redondo trasero más cerca que nunca, con mis manos en su cintura evitando que se cayese. Mi polla torturada no se quejó, pero lo haría más adelante cuando se diese cuenta que nada pasaría, mientras tanto, me permití disfrutar del show, sobre todo cuando Amelia se balanceaba de un lado a otro, o arriba y abajo al son de la música.

Más de una vez tuve que acomodar mi erección dentro del pantalón, por suerte nadie miraba para notarlo.

Me encantaba que Amelia pudiese adaptarse a cualquier lugar. A pesar de que el local donde estábamos no era uno al que ella acostumbrase estar, ni que Cólton y los chicos, fuesen nada parecido a ninguno chico en el colegio, supo adaptarse y disfrutar la noche como si fuese una fanática más.

Cólton me aseguró de que no habían vuelto a las andanzas de orgias y drogas, por eso y no queriendo que la noche terminase, cuando nos invitaron a ir con ellos a su casa, aceptamos.

La celebración estaba tranquila, debíamos solo pasar un rato en esa fiesta e irnos, pero entonces la vi tomando de una de las bebidas de Aztor y entré en pánico. No le advertí nada de lo que pudiese conseguir en esa casa, pero no creí que fuese necesario, no planeaba separarme de ella y Cólton me dijo... Y sin embargo bastó solo unos minutos para que Aztor le colase una bebida.

¡Maldito Coltón! ¡Maldito Aztor!

Quise creer en la palabra de Cólton, darle un ultimo voto de mi confianza, porque si me equivocaba, significaba que en cualquier momento esta fiesta se volvería salvaje y yo terminaría matando a Cólton.

Amelia terminó de lavarse la boca con desespero en el baño, cosa que me dio mucha risa, como si así pudiese eliminar los rastros de la droga que consumió, pero para mi desgracia y la del puto Cólton, cuando salimos del baño nos conseguimos con la sorpresa que no quería recibir.

¡Desgraciado Cólton!. ¡Bastardo mentiroso!

Una orgía, terminé con la chica que me gusta, a la que no le he dado ni un beso, en una puta orgía.

El miedo me invadió de inmediato, estoy seguro que después de esto Amelia no me hablará más nunca. La perderé, con razones, pero me negaba a aceptar eso. No quiero estar sin ella.

—¿Cuánto tiempo estuvimos allí?—preguntó por encima de su hombro. Tenía la boca ligeramente abierta y la vista alternaba entre todas las tórridas escenas frente a nosotros.

—Creo que el suficiente—respondí y reaccioné. Tomé su mano para salir de allí lo más pronto posible.

Pensé que lo había logrado, cuando la puerta principal se abrió y un cabello negro con mechas rubias corrió y se subió sobre mí, estampando sus labios con los míos.

Marié siempre fue de recibirme de esa misma forma, nunca me agradó porque no era de exhibirme al público de esa manera, pero si algo sabía de ella, era que terminaba haciendo lo que siempre quería.

No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora