Mis hijos eran mi vida... y allí estaba ese hombre, que cargó a Amelia, que espantó sus monstruos, que preparó su comida, que la llevaba al parque, que la consoló las veces que se cayó, amándola como no debería hacerlo. Pero lo que realmente me llenó de odio fue ver a su mamá, que permitía que su hija tuviese que enfrentar a su violador, como si nada estuviese pasando.
Adelanté a Rámses y me planté frente a Stuart, haciéndolo alejar de Amelia. Rámses pasó por detrás de mí, tomó a Amelia de la mano y colocó su bolso sobre su hombro. Gabriel, en cambio fue por la maleta.
Quería sacar a todos mis chicos de aquí de inmediato, eso incluía a Amelia, porque desde este momento será parte de mi familia. Ya hablaré con Mike.
Stuart se atrevió a tomar del brazo a Amelia y grité al mismo tiempo que mis hijos que la soltara. Hinqué mis dedos con fuerza en su brazo hasta que soltó el de Amelia, y lo hice dar varios pasos hacia atrás. Su rostro estaba enrojecido, me miraba con furia y también a Rámses, que acercó a Amelia hasta sus brazos.
Lo vi levantar su puño, como si el se creyese capaz de pegarme. Pude haberme reído de su idiotez, pero solo me limité a esquivar el golpe y a colisionar mi puño cerrado con toda la fuerza que pude reunir en mí, en su rostro. Descargué en ese golpe todas las lagrimas que les causó a mis hijos.
La mamá de Amelia es tan enferma, que corrió a auxiliar al violador de su hija. ¡Esa perra!
—Si te acercas a Amelia a menos de 100 metros de distancia, te denunciará por violación y asalto sexual. Tiene todos tus mensajes sádicos respaldados que demostrarán tu pedofília, tú tienes la marca de su dentadura en tu mano, y no será su palabra contra la tuya. Será la tuya contra la de ella, y créeme que su palabra será mejor recibida por cualquier juez o jurado de este país. Y usted—asco, era lo que ella me producía, vergüenza, ira—... no se merece que Amelia sea su hija.
Me di la vuelta y comencé a empujar a los chicos fuera de la casa.
—Mi pequeña no te vayas, podemos arreglarlo.
Me contuve de volver a golpearlo, lo mejor era salir de allí cuanto antes.
—Pequeña se que me amas-
¡Ya está!
No puedo culparlo, si él no lo hacía, lo hubiese hecho yo.
Rámses se dio la vuelta con una rapidez que me impresionó, me esquivó con tanta precisión que lamenté no haberlo inscrito en algún deporte, arrasaría, y estrelló sus nudillos en la quijada de Stuart, tumbándolo al piso.
Amelia gritó y Rámses pretendía írsele encima a Stuart, pero le hice la misma llave que le apliqué hace unas horas y comencé a arrastrarlo a la salida. Gabriel por su parte llevaba a Amelia, porque en la confusión de los segundos, quiso acercarse hasta Rámses.
Subí a empujones a mi huracán en la camioneta y corrí para subirme detrás del volante y acelerar con rapidez.
Mientras Amelia limpiaba las heridas abiertas de Rámses contó lo que conversó con su mamá. Mi pecho se contrajo con dolor, es posible que Hayden tuviese que hacerme algunos exámenes, porque creo que estaba teniendo un infarto.
—Stuart le dijo a mi mamá que yo fui la que lo... la culpable de lo que pasó y ella le cree a él, no lo iba a correr de la casa, así que fui por mis cosas...
—Yo me encargaré de todo Amelia. No quiero que te preocupes por nada—le dije para tratar de darle algo de seguridad.
Los chicos estaban en el instituto y yo en mi trabajo. Creí que lo más sensato era que Amelia tuviese un tiempo para ella sola, así que obligué a los chicos a ir a clases y le dije que podía quedarse lo que restaba de semana en casa para que descasara, pero la verdad era que me daba terror de que saliese, sobre todo por lo que me explicó Mike, ella era una adolescente fugada y en este país eso era un delito.
—Fer, no creo que después de lo que le dijiste ese infeliz se atreva a levantar cargo en tu contra o de Rámses. He estado armando el caso de Amelia con las cosas que me has dicho, pero lo más urgente ahora es regularizar su situación. A los efectos legales ella está fugada de su casa y sabes que si la mamá quisiera la haría regresar—me explicaba Mike a través del teléfono.
—Pero ella no creo que tenga ganas de que su hija regrese a casa
—Pero Stuart si, y estamos claros que su mamá hace lo que a él le da la gana—terció y tenía razón—. Lo primero será hablar con su mamá, pero deja pasar unos días primero, que teman un poco con la posibilidad de una denuncia, con esos días de estrés encima, podrás acercarte a ella y que vea la oportunidad de volver a dormir tranquila.
—Está bien. ¿Y si la busca después del colegio?—pregunté asustado—. ¿O si se la intenta llevar a la fuerza?.
—¿Y tú crees que alguno de tus hijos, perdón, nuestros acosadores hijos, la dejarán sola en algún momento? Conociendo a Rámses será su sombra.
—Si bueno, eso es cierto. Aunque ella estará sola estos días en la casa.
—Rastréala—dijo con total desfachatez. Una cosa era rastrear a mis hijos, mis rebeldes e inventadores hijos, y otra cosa era rastrear a Amelia.
—No puedo, no tiene teléfono—expliqué.
—Entonces mi amorcito bello, ya sabes lo primero que tienes que hacer.
Colgamos al poco rato. Me siento culpable de tener que tomar estas medidas con Amelia, pero la verdad es que no quería correr riesgos con ella, sobre todo porque arrastraría también a mis hijos.
—Papá—Rámses sonaba un poco alterado por teléfono—¿Amelia te dijo si planeaba salir a algún lado?
—No. Dime por favor, que solo estas cayendo en pánico y que no has terminado de buscarla en todas las partes en que podría estar—mi corazón se aceleró casi de inmediato.
—Estamos empezando a buscarla. Te aviso en cuanto la consiga.
—Rámses, no vayas a su casa, no cometas ninguna locura. No empeores las cosas.
Me colgó después de eso, dejándome infinitamente preocupado, sin embargo poco menos de una hora después me escribió para decirme que ya la había conseguido.
Estos hijos acabarían con mi vida. Si seguía así no llegaría ni siquiera a los 60 años.
—Apenas puedas, cómprale un teléfono a Amelia—le escribí un mensaje de texto a Rámses en respuesta.
No podía rastrearla sin un teléfono.
Bienvenida a la familia Amelia.
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No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1
Подростковая литератураRámses y Gabriel O'Pherer llegan a una nueva ciudad a cursar el ultimo año del instituto. Para nivelarlo en sus estudios le asignan a dos tutoras: Amelia y Marypaz. Rámses es un francés petulante, está molesto con la vida por quitarle a su mamá, tie...