CAPITULO 16. POV Rámses. ME CUESTA DECIRLE QUE NO (tercera parte)

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Salí del baño poco antes de su estocada final a Gabriel y con una sonrisa amplia, despedí a un furibundo Gabriel, no sin antes intercambiar con él un guiño de ojo. Fue la distracción perfecta que necesité, aunque claro que su regañina también fue bastante sincera, así que en verdad me alegré de que Amelia lo pusiera en su lugar, por meter su nariz donde no le convenía.

Estaba agotado y moría por tenerla en mis brazos. Me comencé a desvestir con rapidez hasta quedar solo en boxers y me acurruqué en la cama, esperando que se acostase a mi lado, luchando con el sueño. Estaba tan agotado que no me acordé de decirle sobre el cepillo de dientes que compré para ella, pero ya lo vería.

Finalmente salió del baño, pude ver la escasa ropa con la que se acostaría y una parte de mi sueño amenazó con irse.

—Tardaste—le susurré.

—Estaba cambiándome de ropa. Gracias por el cepillo de dientes

—No te preocupes. También hay otras cosas en los estantes del baño, cuando puedas revisas. Doux rêves Bombón- Dulces sueños Bombón.

—Dulces sueños Rámses—y poco tiempo después de eso sentí su respiración sosegarse.

La atraje hasta mi cuerpo, su espalda contra mi pecho, sus piernas junto a las mías. Enterré mi cara en el hueco de su cuello aspirando su aroma. No me gustaba que oliese a mí, quería que siguiese oliendo a ella, a esa mezcla de dulce y flores que tanto me gustaba. Pasé mi mano por su cintura y entrelacé nuestros dedos. No pude evitar sonreír como un idiota en la oscuridad del cuarto.

Me desperté asustado cuando Amelia saltó de la cama con rapidez, me enredé en la sabana y caí en el piso de cabeza. Ese golpe no mejoraría para nada mi resaca. Tenía una erección matutina, es algo normal, pero podía entender que Amelia se alarmase si despertaba con ella en su trasero. En cuanto pude reincorporarme, tomé una almohada para taparme y fue cuando la vi parada delante de mí con esa diminuta pijama, lo que le dejé anoche para que se pusiese. Detallé sus piernas, desde sus pies descalzos, que se me antojaron sexys, hasta su ropa interior, la que a duras penas intentaba tapar con la pijama. Su cabello enmarañado y sus mejillas ruborizadas la hacían lucir follable, y ese pensamiento solo empeoró mi erección. Inconscientemente me encontré deseando cada parte de su cuerpo, repasar toda su piel con el piercing de mi lengua, causándole escalofríos con el frio metal.

Pero entonces me di cuenta que ella me estaba mirando, más sonrojada que antes, nerviosa, apenada, pero para mi grata sorpresa, ni un poco incómoda, ni siquiera molesta.

—Tu... ehm —balbuceó señalando mi entrepierna, su cara me daba risa pero me contuve.

Su rubor comenzaba a desvanecerse y ya que me gustaba como se veía solté la almohada, sin importarme que mi erección quedase a su vista.

—¿Qué? Es algo perfectamente normal, despertarme así— ella intentaba no mirarme, pero cuando señalé mi entrepierna, no pudo evitar volver a verla y se volvió a ruborizar—, sobre todo si tu luces así.

Y ¡mierda! Que lucía muy bien.

—¿Entonces es mi culpa?—cruzó los brazos sobre su pecho exponiendo su escote a mi lasciva vista y dejando al descubierto su ropa interior. Empezaba a gustarme bastante esa pijama.

—Yo no me estoy quejando

Me di la vuelta hasta el closet porque por más que me gustaba molestarla, ella debía tener tanta hambre como yo, y no pensaba caminar por la casa en boxers, no fuese a ser que Gabriel pretendiese hacer lo mismo.

—No sé si sea buena idea que sigamos compartiendo la cama—dijo y me reí, era una ilusa si de verdad creía que con Gabriel al acecho dormiría en otro lugar que no fuese a mi lado—. ¿De qué te ríes?

No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora