Sus manos se enredaron en mi cabello y unió nuestros cuerpos. Abracé su cintura y eliminé cualquier distancia que pudiese quedar. La alcé del piso y nos moví lejos del flujo de personas que continuaban tropezándonos. Mi corazón celebraba una victoria enviando cualquier cantidad de químicos por todo mi sistema que me hacían sentir eufórico, pleno, feliz y... enamorado.
Sentí su respiración tan acelerada como la mía, su corazón retumbando junto al mío, como si también quisiese escapar de su pecho. Bordeé sus labios con mi lengua y cuando ella me lo permitió exploré dentro de su boca. Su sabor era dulce y su aliento fresco.
—Tú también me gustas—me dijo y sonreí pletórico—. Pero Pacita no deja de llamarme con insistencia.
***
—Bueno, ya veo que por fin diste el paso—Gabriel se burlaba de mi cara de idiota como la llamó
—Si bueno, digamos que fue algo en lo que no tuve control.
—¿Por eso estabas tan callado esta mañana?—avanzábamos en la fila para comprar las palomitas de maíz, las bebidas y algunos chocolates.
—Amelia me contó sobre su ex novio. Daniel.—decir su nombre me llenaba de ira.
Le conté a mi hermano lo que Amelia me había contado recién. Su ira se hizo evidente, pero le tocaba fingir tranquilidad y no decir ni una palabra.
—Quizás por eso el candado...
—¿Qué quieres decir?—pregunté mientras pagaba la orden
— Quizás tiene miedo de que Daniel regrese y entre otra vez en su cuarto
—En ese caso cerraría la ventana, no su puerta...—un pensamiento oscuro pasó por mi pero Gabriel lo interrumpió
—Si, es verdad, pero quizás tiene problemas serios con la invasión de privacidad y si está teniendo problemas con padrastro, pues por allí esta drenando
Caminamos a la sala de cine donde las chicas nos esperaban
—Es probable. Esta haciendo transferencia de lo que le pasó con Daniel con su padrastro. Se desquita con él porque no lo puede hacer con Daniel.
—Y si a eso le sumas que su padrastro también engañó a su mamá...
—Si, tiene sentido...
***
Después del cine, comimos antes de irnos y estábamos por llegar a la camioneta cuando noté a Amelia caminar hacía un chico con una chica que reían a varios pasos de nosotros. No le di importancia, quizás eran algunos conocidos que quisiera saludar. Sin embargo cuando ella llegó a su lado, la cara del chico no fue de alegría, sino de sorpresa y quizás algo de terror. Fruncí mi ceño y miré a mi hermano.
—¡¿Cómo te llamas?!—gritó y me apresuré para llegar a su lado. Algo iba mal.
Y como si fuese en cámara lenta y aunque me faltaban aún muchos pasos por llegar a su lado, la vi alzar su brazo y estrellar su puño cerrado en la nariz del sujeto, enviándolo al piso de un solo golpe con la nariz sangrando.
—¡Amelia!—grité y corrí hasta ella, justo cuando se giró en sus talones y con una inmensa sonrisa caminó de regreso a la camioneta, pasando a nuestro lado como si no existiéramos, o mejor aún, como si ella fuese la dueña del mundo.
De mi era dueña, definitivamente. Porque apartando las miles de preguntas que tenía y la rabia naciente en mi, eso fue endemoniadamente sexy.
Se subió al auto y cuando todos estuvieron en sus puestos arranqué. La miraba de soslayo, su sonrisa no se borraba de la cara, su mano estaba enrojecida y con algunas gotas de sangre. Apreté con fuerza el volante pero era imposible que permaneciese más tiempo callado, así que pregunté que mierda había sido eso y los demás también explotaron en preguntas, no era el único molesto por lo menos
—Ese... era Daniel—respondió.
Hinqué mi pie en el freno con tanta fuerza que sentí dolor en la planta de mi pie.
—Conduit Gabriel—conduce Gabriel—bramé bajándome del auto, Gabriel sabía quien era, fingía muy bien su ignorancia, pero no me detendría, su mirada me lo confirmó cuando pasé por su lado y me asintió levemente.—Llévatelas de aquí.
Amelia corrió detrás de mí y maldije a mi hermano su incapacidad de haberla mantenido en el auto. No quería que presenciara lo que iba a hacerle a ese infeliz. Ella se posicionó delante de mí, tratando de evitar que llegase a Daniel, pero no lo lograría, lo mataría.
—No me pidas que pare, porque ese fue el maldito que...—siseé a su insistencia para que parase.
—No fue él. Él era la persona a quien yo veía en las fotos y en los videos, y él que mandaba las notas de voz y habló conmigo por las llamadas. Pero él no fue el Daniel que se presentó en mi casa. A éste, que se llama Andy, lo conocí hoy.
Estaba parado en medio del estacionamiento completamente perdido. Recordé otra vez las conversaciones que había tenido con Amelia al respecto. Esta mierda era demasiado para mi cerebro en este momento, sobre todo si aún no se recuperaba del golpe de estado que le hizo el corazón para besarla. Mi cabeza comenzó a dolerme.
¿Dónde mierdas estaba Gabriel? Ya tenia que estar aquí y sujetar a Amelia para para poder ir a deformarle el rostro al imbécil ese.
—... te estoy rogando que vengas conmigo, en vez de ir con él—su mirada se clavó en la mía, envolviéndome, engatusándome y lográndolo.
Estas batallas internas acabarían conmigo. Quería ir a desfigurar al mal nacido eso, pero ella me rogaba que fuese con ella. Me rogaba. ¿Dónde mierdas estaba Gabriel? Si el estuviese aquí, se quedaría con Amelia y podría ir a reorganizar los órganos de ese bastardo.
—Quédate a mi lado—susurró la pequeña sexy tramposa manipuladora que tenía a mi lado.
¿Cómo podía negarme a eso?, sus manos acariciaban mi pecho, sus ojos amenazaban con llenarse de lagrimas. No quería que volviese a llorar nunca, menos por mi.
La envolví en un abrazo tan fuerte como pude. Quería anclarme a ella porque sería la única forma de que no fuese en la búsqueda de Daniel... Andy. Maldición, todo es tan confuso.
—Tú eres mi ancla a la sensatez pero también mi camino a la locura—le confesé.
La locura que me mantiene vivo.
Por fin apareció Gabriel y se frenó a nuestro lado. Se bajó del auto y de inmediato vi su mano enrojecida.
—Ya se fue—anunció y con su mirada me dejó claro que había algo más que contarme, pero que podíamos irnos.
—Le dije a Marypaz que se bajase e intentase llegar a ustedes corriendo entre los autos, porque yo tardaría más dando la vuelta y apenas se perdió de mi vista aceleré en sentido contrario. Ese desgraciado no se quedaría allí, menos después de ver que Amelia no estaba sola. Estaba por subirse a uno de los ascensores cuando lo intercepté—Gabriel hizo una mueca de dolor cuando sumergí su mano en agua helada para ayudar a la hinchazón. Para mañana no quedaría ni rastros del golpe.
—Lo estampé contra la pared y le di mi mejor izquierda, no se lo esperó venir. Son las ventajas de ser zurdo. Le dije que nunca se le volviese a acercar a Amelia y salí de allí cuando vi llegar a la seguridad del centro comercial. Recogí a Pacita pocos metros antes de llegar con ustedes.
—Gracias. Amelia no me iba a dejar llegar a él. Lo hubiese matado hermano, lo juro.
—Lo sé, por eso quise llegar primero—confesó mientras abría y cerraba la mano y arrugaba la cara. Le estaba doliendo. Le tuvo que dar muy fuerte y eso me dio alivio.
—¿Marypaz sospechó algo?—pregunté, no queríamos decirle a Amelia lo que había ocurrido.
—No, pero si me preguntó por la mano. Le dije que había golpeado el volante molesto cuando la fila no avanzaba.
—Es horrible esa excusa—reí
—No tenía una mejor—encogió sus hombros y también rió.
—¿Cómo está la mano de tu pequeña Tyson?
—Bastante mal, pero ya le dije como debía cuidársela y me dijo que se tomaría un ibuprofeno
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No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1
Подростковая литератураRámses y Gabriel O'Pherer llegan a una nueva ciudad a cursar el ultimo año del instituto. Para nivelarlo en sus estudios le asignan a dos tutoras: Amelia y Marypaz. Rámses es un francés petulante, está molesto con la vida por quitarle a su mamá, tie...