CAPITULO 28. POV FERNANDO. ¡El fin del mundo! (segunda parte)

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Bueno, por lo menos eso explicaba los altos consumos en la tarjeta Rámses en los últimos días. Y yo que pensé que compraba condones, alcohol y quizás drogas legales, y resulta ser que compraba splash, cremas, un secador de cabello y una toalla de las chicas súper poderosas.

Hacíamos las compras en el supermercado y los chicos iban arrojando en el carrito las cosas que solían comer. Rámses se detuvo en la sección de especias y regresó con varios tipos de mostaza.

—A Amelia le gustan—se encogió de hombros y las arrojó en el carrito—.

Gabriel le lanzó un pase largo a su hermano desde un extremo del pasillo al otro. Varios tipos de galletas llenaron el carro de las compras. Reconocí la de mis hijos, y asumí que las demás pertenecían a sus novias.

Regresamos a la casa donde los hice limpiar todo el lugar hasta que quedó reluciente mientras me tomaba una coca-cola y leía la prensa.

Bonsoir- Buenas tardes- Bombón—Rámses hablaba por teléfono con una sonrisa cruzando su rostro. Gabriel rodó los ojos y me murmuró que era Amelia con quien hablaba—Veo que estás despierta y movilizándote

Sonreía con el teléfono sujeto con fuerza en sus manos y muy pegado a su oído. Estaba recostado de la pared, mientras veía la punta de sus zapatos, no dejó de reír en ningún momento en que lo estuve espiando. Hablaba en tono susurrado, queriendo mantener su conversación privada, sin embargo en algún momento soltó una carcajada tan sincera que fue imposible que no riese con él y por él. Mi hijo estaba feliz, como nunca lo había visto, como jamás pensé que lo vería.

Varias emociones pasaron por él. Lo vi ruborizarse, asustarse, volver a reír y cuando colgó lo vi suspirar.

Cuando la casa estuvo limpia y se tumbaron en el mueble agotados, los arrastré hasta mi restaurante preferido en la playa. Era el mejor lugar de la ciudad para comer pescado fresco y estos chicos debían aprender la lección sobre emborracharse. Los hice caminar por la playa mientras los ponía al día con mi trabajo.

Había pasado unos días con Mike y Hayden, y aunque sabía que ellos siempre estaban en contacto, era siempre un buen tema de conversación, contar de sus andanzas.

Los había extrañado demasiado. A duras penas logré zafarme del trabajo para poder regresar con ellos. Si no hubiese sido por Johanna, seguiría aún en algún salón de conferencia revisando el compilado de normativas nuevas del gobierno y como afectaba a la embajada.

Johanna ha sido una excelente asistente por muchos años, organizada, precisa y capaz de soportar mi mal humor.

Y de aguantar mí ritmo en la cama. Eso no debía ocurrir, pero después de tantas noches discutiendo hasta tarde asuntos de trabajo, fue inevitable que las copas se nos fuesen a la cabeza. Por lo menos para mí fue inevitable, esas pervertidas medias negras de malla que usaba con sus faldas, me llevaban loco desde la primera vez que se las vi puestas.

—Hoy juega Tampa Bay—Gabriel interrumpió mis pensamientos—.

—¡Genial! Pizza y juego será.

Ellos estaban agotados, pero yo aún tenía energías y conocían muy bien las reglas de la casa.

Los vi cabecear de sueño varias veces mientras veíamos el partido, pero los ignoré. Finalmente fue un excelente juego y terminaron animándose con la pizza.

***

—¿Y tu hermano?—le pregunté a Gabriel cuando entré en su habitación en la mañana. Rámses no estaba en la suya.

—Se quedó con Amelia, se pone insoportable cuando no se queda aquí, así que créeme, lo mejor es que pasaran la noche acurrucados en vez de tener que soportar su mal humor.

—Debo decir que estoy sorprendido. Su cambio es tan radical...

—Lo sé, también me costó entenderlo. Pensé que era un caprichoso, luego una obsesión porque Amelia no le prestaba la mínima atención y lo quería dejar en la friendzone, pero de verdad le gusta Amelia.

Pero lo que a mi no me gustó fue lo que vi en su cara. Gabriel lucía un tanto decepcionado de lo que él mismo había dicho. No sé si temía perder a su hermano y cómplice, o era algo más.

—Bueno en ese caso vamos a desayunar. Pregúntale si quieren acompañarnos. Y pregúntale a Marypaz si quiere venir también.

Gabriel asintió y mientras me daba una ducha y cambiaba de ropa entró a avisarme que solo Rámses y Amelia nos acompañarían. Pregunté por Marypaz, pero me dijo que estaba indispuesta, sintiéndose un poco mal. No le creí, y él tampoco le creyó a Marypaz.

Manejé hasta casa de Amelia, Rámses y ella nos esperaban afuera, Rámses lucía serio, pero su seriedad se esfumó con lo que sea que ella le hubiese dicho.

Decir que estaba sorprendido era poco. Pensé que me toparía con una chica con más perforaciones que piel, con tatuajes en todas partes, vestida de negro de pies a cabeza, con media cabellera rapada y quizás de color azul, pero no era así. Amelia era una chica muy preciosa. Sus ojos cafés eran impresionantes, era dulce, agradable y se podía leer con mucha facilidad sus emociones, por lo menos las que ella dejaba entrever. Fue recelosa con la información que me dio de su familia, pero no podía reprocharle nada, después de todo, yo era un desconocido para ella.

Rámses la llevó de la mano durante todo el trayecto, jugueteando con sus dedos entrelazados, abrazándola. Nunca lo había visto así de atento con nada en su vida, mucho menos con alguien distinto a su hermano o a mí. Lo miraba de reojo mientras continuaba hablando con Amelia.

Cuando llegamos al restaurante algo le dijo Amelia a Rámses que lo hizo reír con fuerza. Y allí lo entendí todo.

No había nada raro en Rámses, no estaba cambiado, ni me lo habían cambiado. No había droga que pudiese consumir que lo volviese hablador de la noche a la mañana, ni risueño las 24 horas del día. Si sonreía pero no podía decir que como idiota, porque la sonrisa que ponía cuando hablaba con Amelia, era la misma sonrisa que yo ponía cuando veía a Karen.

Mi hijo está enamorado.

Y si algo tenemos los O'Pherer es que nos enamoramos una sola vez en esta vida.

...Y entonces vi una ráfaga de dolor pasar por la cara de Gabriel cuando vio a Amelia y a Rámses juntos...

¡Oh no...!

No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora