25. Duelo con Sakin

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El don de la empatía es poder conectar con la mente, el cuerpo y las emociones de otra persona.

Esto hace que se puedan entender y percibir los sentimientos, malestares, deseos, mentiras y verdades.

Este don no permite entrar en las mentes, pero sí en las emociones y las intenciones.

Esto lo hace sumamente poderoso, ya que el conocer las intenciones, miedos, alegrías y sentimientos de los demás te da una ventaja única.

Los sentimientos dicen más verdades sobre nosotros mismos que la propia mente.

No los podemos modificar ni ocultar; son la verdad de nuestro ser.

No los podemos modificar ni ocultar; son la verdad de nuestro ser

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DONES Y MALDICIONES

Capitulo:

Duelo con Sakin

—Ya era hora de que aparecieras —dijo Sakin, esperando al lado de Neculman.

—Llegas tarde, Quimey —añadió él, con su habitual gesto amigable.

—Lo siento, pero me demoré desayunando —dije, usando la excusa más tonta que se me ocurrió.

Bajamos directamente a la sala de simulaciones. En esta ocasión, en vez de tener algún ambiente exterior como una playa o un parque, tenía un aspecto completamente diferente. Era exactamente igual al salón del hospital psiquiátrico en el cual estuve recluido durante más de cuatro años.

La incomodidad y los recuerdos me invadieron, desgarrando cada parte dura de mi cuerpo y mente. No podía entrenar en ese lugar; no podía concentrarme al simular que me encontraba en aquel sitio donde por tanto tiempo reprimí mis habilidades.

—¿Por qué entrenaremos en este ambiente? —pregunté, un poco sobresaltado.

—Necesito que estés bajo presión, es la única forma de asegurarme de que tus habilidades funcionen perfectamente —dijo Neculman con calma.

—Me parece una idea cruel, pero efectiva —contesté, resignado.

—No sé de qué te quejas, a mí tampoco me gustan los hospitales —comentó Sakin de manera cortante.

—Las reglas son las siguientes: cada uno tomará lugar en un extremo del salón, marcado con un círculo. Solo dentro de ese círculo podrán moverse. Si alguno de los dos lo abandona, será inmediatamente derrotado por el otro —explicó Neculman, señalando dos grandes bases situadas en lados opuestos de la sala.

—¿Tienen alguna duda o algo que agregar antes de comenzar? —preguntó Neculman, con un tono que sugería que ya sabía la respuesta.

—Ninguna —respondió Sakin, ya posicionada en una de las bases.

—Todo claro como el agua —dije, tomando mi lugar en el extremo opuesto.

—Entonces, comiencen —ordenó Neculman.

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