67. Karma

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El karma, es mucho más que una simple ley de causa y efecto; es un principio que nos invita a reflexionar sobre el impacto profundo y duradero de nuestras acciones.

Cada pensamiento, palabra y acto que emitimos crea una onda que se propaga a través de nuestras vidas y las de quienes nos rodean. No es solo una cuestión de recibir lo que damos, sino de comprender que nuestras acciones moldean nuestra realidad y nuestra evolución espiritual.

El karma nos enseña responsabilidad y nos recuerda que somos los arquitectos de nuestro destino.

Actuar con bondad, integridad y compasión no solo beneficia a los demás, sino que también purifica nuestra propia conciencia y nos acerca a una vida de paz y equilibrio. Al reconocer el poder de nuestras acciones, nos volvemos más conscientes y deliberados, cultivando un camino de crecimiento personal y armonía con el universo.

 Al reconocer el poder de nuestras acciones, nos volvemos más conscientes y deliberados, cultivando un camino de crecimiento personal y armonía con el universo

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DONES Y MALDICIÓNES

CAPÍTULO

Karma


El estruendo resonó como un trueno apocalíptico, sacudiendo las paredes del palacio místico y haciéndonos tambalear.

La gigantesca nube de cristal se acercaba, con su masa imponente girando y girando, amenazando con colisionar contra la estructura del palacio.

Las paredes temblaban y el suelo se inclinaba peligrosamente bajo nuestros pies.

De repente, el sonido que azoto mi pecho hizo temblar los pilares del edificio.

La nube de cristal chocó contra el palacio con una fuerza brutal. El impacto fue tan violento que el aire pareció ser arrancado de nuestros pulmones. Las paredes se doblaron y las columnas se rompieron, enviando una lluvia de escombros en todas direcciones.

-¡Sayen, agárrate! -grité, mientras me aferraba a una columna que tambaleaba.

El suelo bajo nuestros pies se inclinó aún más, y una ola de polvo y fragmentos de cristal nos envolvió, dificultando la visibilidad y el equilibrio.
El sonidi de caos resonaba a nuestro alrededor mientras luchábamos por mantenernos en pie. Las lámparas de cristal en los techos estallaban, añadiendo más peligro a nuestro desesperado escape.

Los pasillos, antes firmes, se desmoronaron a nuestro alrededor. Trozos de escombros caían como lluvia mortal, obligándonos a saltar hacia un lado para evitar el impacto.

El polvo y el humo llenaban el aire, haciendo casi imposible ver. La presión del aire aumentaba, y el calor era casi sofocante. Cada paso era una lucha contra la inestabilidad del suelo y la creciente desesperación.

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