26. Duelo con Lig-ray

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Durante una fiesta de cumpleaños, un mago presentó un concurso con tres letreros cubiertos. Uno con un cupón para helados y los otros dos con caras de payaso burlonas.

Una niña se ofrecio de voluntaria para participar. Cuando eligió, sin dudar señaló que todos los letreros escondían una burla, revelando la trampa del mago.

La certeza con la que habló hizo que el ambiente se llenara de silencio. Los adultos y los niños la miraron con horror y asombro, sintiendo que lo que acababa de ocurrir era algo inquietantemente fuera de lo común. La niña, ajena al miedo que provocaba, solo esperaba su premio, mientras la atmósfera a su alrededor se volvía tensa y desconcertante.

Lig-ray, solo tenía seis años y dos meses de edad.

Lig-ray, solo tenía seis años y dos meses de edad

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DONES Y MALDICIONES

CAPÍTULO :

DUELO CON LIG-RAY


No pasó mucho tiempo antes de que me pusiera en marcha nuevamente hacia el gran multi salón. El frío de la mañana se había ido, y la calidez de los rayos del sol se había apoderado del ambiente. Todo hacía suponer que la tarde sería completamente sofocante.

—Espérame, Quimey —dijo Lig-ray, apresurando el paso para alcanzarme.

—¿Cómo va tu mañana? —le pregunté, tratando de ser cortés.

—No muy bien. No sé qué tipo de prueba me tocará —respondió ella, un poco agitada.

—No te preocupes, tengo fe en que te irá bien —dije con una sonrisa para tranquilizarla.

Neculman ya estaba esperando a los dos afuera del gran salón.

—Llegaron justo a tiempo —dijo con ansiedad.

—El tiempo es relativo, pero sé a lo que se refiere, señor Neculman —dijo Lig-ray con una mirada de inocencia infantil.

Entramos al gimnasio y nos detuvimos en el centro. El lugar olía horriblemente mal, como si un animal muerto hubiera comenzado a descomponerse allí.

—¿No deberíamos bajar a la sala de simulación? —pregunté al ver que el hombre no se movía de su lugar.

—La verdad es que, por esta vez, no necesitaremos esa sala —dijo él.

—¿Entonces, de qué se trata esto? —preguntó Lig-ray.

—¿Ven la bandera que está al fondo? —dijo, señalando hacia el final del salón, donde había un pequeño mástil con un banderín de color naranja.

—¿Qué tiene que ver eso con la prueba o el duelo? —pregunté.

—El don de la psicometría no es del todo útil para un duelo, por lo que opté por una prueba. Consiste en llegar hasta donde está el banderín —dijo él de manera seria.

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