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En el juego de ajedrez, una de las tácticas más impactantes y arriesgadas es sacrificar la dama o la torre.
Este movimiento implica renunciar a una de las piezas más poderosas del juego, en beneficio de obtener una ventaja estratégica a largo plazo.
La dama es considerada la pieza más valiosa y versátil en el tablero, representando el poder, la flexibilidad y la ambición.
Por otro lado, la torre simboliza la fortaleza, la protección y el control de columnas y filas.
Sacrificar una de estas piezas implica un alto nivel de riesgo, pero puede resultar en una ventaja significativa si se ejecuta correctamente.
Este tipo de sacrificio nos enseña a confiar en nuestra capacidad de adaptación y a estar dispuestos a renunciar a lo conocido en busca de un objetivo mayor.
Este movimiento se conoce como el sacrificio de la vedette.
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DONES Y MALDICIÓNES
CAPÍTULO
Sacrificio de la vedette
Sayen y yo nos adentramos en el palacio, sintiendo cómo la tensión crecía a cada paso.
La estructura imponente se alzaba sobre nosotros, una amalgama de arquitectura futurista y elementos antiguos.
Las paredes de metal pulido reflejaban la luz suave de los paneles lumínicos integrados, creando un resplandor que iluminaba nuestro camino.
A medida que avanzábamos, pasamos por pasillos adornados con inscripciones holográficas que brillaban con una luz azulada, narrando historias de tiempos pasados y profecías futuras.
Los corredores eran amplios y limpios, pero había un aire de solemnidad que los hacía parecer sagrados. La tecnología de última generación estaba integrada de manera casi imperceptible, con sensores y dispositivos que vigilaban cada rincón.
Giramos en una esquina y nos encontramos con un amplio salon, sus paredes de cristal permitían una vista panorámica del cielo.
En el centro, una fuente con agua cristalina fluía en patrones geométricos, reflejando el gua de manera hipnótica.
Las estatuas de figuras místicas flanqueaban el espacio, con sus miradas serenas y sus posturas imponentes recordándonos el poder ancestral que se había fusionado con la tecnología moderna.
Finalmente, llegamos a un gran arco que conducía a la sala de control. La puerta deslizante de metal estaba entreabierta, permitiendo que un haz de luz fría se escapara al pasillo. Podíamos escuchar el murmullo de voces en el interior, mezclado con el zumbido de maquinaria
