Capítulo 4: Noche en vela

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—No me lo puedo creer.

Hacía una hora que había acabado el concierto. Ya estaban en la autocaravana. Dani se había subido nada más llegar. Estaba lloroso y realmente triste.

—¿En serio te la has cargado? Me quedo en la autocaravana una noche y destrozas una guitarra.

—¡Papá! Te juro que no quería. Además, ¿yo que sabía que era la guitarra que le regaló su padre?—protestó ella.

—Pero hija, deberías haber tenido un poco de sensibilidad con él. Mira que darle esa guitarra en lugar de la otra...

—Si es que es culpa suya por inventar esa tradición estúpida.

—Bueno, mira, yo me voy a dormir, es tarde. ¿Vienes?

—No, prefiero quedarme aquí un poco más.

Sofía se sentía fatal por lo que había pasado. Si lo hubiera sabido, hubiera escogido la de madera. Aquella guitarra era muy importante para él.

—Te has pasado.

Sofía levantó la cabeza para encontrarse con Álvaro. Éste la miraba con profunda desaprobación, con los brazos cruzados.

—Mira, tú mejor no empieces.

—¿Qué no empiece? Ah, claro. Tengo que callarme que te hayas cargado la guitarra de Dani.

—Perdona niñato, pero la ha roto él. Podía haberse dado cuenta antes y no haberla estampado contra el suelo.

—Chicos, por favor—se dieron la vuelta para encontrarse a David—. Blas está intentando dormir a Dani. Si vais a gritar, salid fuera.

Sofía cogió la bolsa que había dejado en la cocina y salió por la puerta, con un portazo. Álvaro salió tras ella.

—¿Y tú adónde vas ahora?

—A cualquier sitio que me aleje de ti.

—Me parece que no hemos terminado la conversación de antes.

—¿Y para qué querría terminarla? ¿Para qué me insultes? No, gracias.

Hizo ademán de irse, pero Álvaro la sujetó, le dio la vuelta, a escasos centímetros de él.

—No tienes ni idea de lo que significaba esa guitarra para él.

—Sí lo sé. Me lo dijo Magí.

—No del todo. Hay cosas que no sabe.

—¿Que falta?

—Cuando Dani tenía 15 años, su padre lo llevó a un concierto de Michael Jackson. Es uno de sus ídolos.

—Espera. ¿Esto que tiene que ver con Dani?

—Sólo escúchame—tragó saliva—. Tras el concierto, su padre le trajo una guitarra. Le dijo que había sido suya y que quería que la tuviera él. Se la firmó y puso una dedicatoria.

—¿Y?

—Su padre movió cielo y tierra para que Daniel pudiera conocer al rey del pop. Lo consiguió. Hizo incluso que se la firmara.

—Muy bonito. Pero no entiendo lo que ocurre con eso. Sólo es una guitarra.

—¿Que qué ocurre? Su padre murió tres días después de ese concierto.

—Dios... Esto cada vez es peor.

—Le has quitado una de las pocas cosas que le quedaban de su padre. ¡Ama esa guitarra! Siempre la está tocando.

—Bueno, lo siento. Si pudiera...—se quedó pensativa.

—Si pudieras... ¿Qué?

—Nada, déjalo.

De gira (Auryn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora