Capítulo 32

264 24 17
                                    

¡Ey!

He vuelto después de no publicar una semana.

Sé que no es una historia con mucho drama, me gusta imaginarla como una historia vainilla. Como un lugar seguro donde te sientes bien.

O eso intentaba mientras la escribía.

Al propósito, he cambiado la portada. No del todo, pero quería que fuera un poco más alegre. ¿Qué les parece? ¿Les gustaba más la otra o esta?

Me he dado cuenta que la mayoría de los capítulos se dividen cuando son continuos y así es más díficil publicar por semana. Tengan paciencia, y esperen los próximos capítulos.

No olviden comentar y votar♡♡♡

32

LEI

Al llegar a casa lo primero que hice fue ducharme, en menos de quince minutos. Necesitaba ahorrar todo el tiempo posible. Aunque todo lo que había ganado, lo gasté tratando de decidir un buen atuendo.

Lo odiaba.

Siempre que imaginaba un conjunto que encajaría a la perfección con la ocasión, terminaba desechándolo porque por alguna razón de seres superiores, siempre SIEMPRE estaba en el cesto de ropa sucia o en el cuarto de lavado.

Y si no era eso, estaba la parte del calzado. Formaba conjuntos formales pero al final me quedaba en blanco al ver mi zapatera.

Claro que una falda tableada no combinaba con unos Zoom Freak 1 fosforescentes.

Lo admito, buscaba ideas de inspiración en pinterest y aún así no dejaba de ser la complicación de mi vida.

Quería que mi ropa transmitiera cierta comodidad y fuera algo formal, para no verme como una niñita. La verdad es que necesitaba dar una buena impresión.

Después de que mi clóset terminara en mi cama y la imagen de mi reflejo en el espejo quedará borrosa de tantas vueltas, me decidí por lo más seguro.

Jeans y un top rosa palo.

Corrí a la cocina y comencé a sacar cosas de los estantes como una loca.

Había demorado más de lo que esperaba y ahora no sabía si el tiempo sería suficiente antes de su llegada.

—Por dios, enloqueciste.

Alcé la cara por el susto, casi dejando caer un refractario al suelo. Por suerte, reaccioné a tiempo. Le puse mala cara a Jess y continué con lo que hacía.

—Voy a salir, no me esperen para cenar— La escuché decir y solo murmuré algo en tono afirmativo que ni yo alcancé a comprender.

Tomé un cuchillo y comencé a picar en cuadritos el tomate.

—Oye, tan siquiera podrías ofrecerte a guardar un poco para mí de lo que sea eso que estás preparando— se quejó.

—De acuerdo, lo haré— dije, lanzando los cuadritos, eran tan pequeños que habían perdido la forma y ahora parecía puré, al recipiente.

Me pareció escucharla bufar antes que saliera por la puerta.

Estaba tan inmersa en mi tarea de chef que apenas pude escuchar la puerta abrirse nuevamente unos minutos más tarde.

Sam entró pero se detuvo con cara de espanto en cuanto me vio.

—¿Qué?— pregunté un poco más agresivamente de lo que pretendía— ¿Qué miras?

Nuestras Flores Amarillas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora