Capítulo 37

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MATT

Perfección. La palabra perfección suele ser, con frecuencia, usada para describir algo... perfecto. De hecho, su definición literalmente es: «Cualidad de lo que es perfecto» «Cosa que es perfecta».

Pero, ¿exactamente qué es la perfección? ¿Qué es perfecto? ¿Qué cosa es perfecta?

Si le preguntan a un niño, su respuesta podría ser: Un día soleado en el parque con helado de chocolate.

Si le preguntan a un adulto, su respuesta podría ser: Un café y un cómodo sillón después de un largo día de trabajo.

Si le preguntan a un anciano, su respuesta podría ser: Una larga vida llena de buenos recuerdos.

Al final de cuentas todo viene a ser parte de una cuestión de perspectivas. La definición de perfección que cada persona puede llegar a formar, se basa en aspectos de su vida, en sus personalidades, en sus sueños y sus anhelos.

No existe un ejemplo de algo perfecto en el que todos estén de acuerdo, porque la perfección no tiene parámetros.

No hay alguna unidad que pueda medirla, al menos no de una manera colectiva.

Si me preguntarán a mí la definición de perfección, no tendría duda alguna de la respuesta.

La perfección son los granos de arena que brillan en su piel, los diamantes que deslumbran en su sonrisa, las más valiosas esmeraldas sobre sus ojos, el otoño reluciendo sobre su cabello, la tinta dejando pequeñas gotas trazadas sobre su clavícula.

Tenía mi propia definición de perfección a un lado mío.

Permanecí bebiendo cada detalle de su rostro, memorizando. Su pecho subiendo y bajando en un suave compás.

Desde el primer momento en que la vi supe que era alguien que tenías que admirar con detenimiento, y desde ese día eso había hecho. Admirarla.

Pero ahora tenía una nueva parte de ella que admirar.

Mientras ella estaba sumida en sus sueños, yo vivía el mío. Con ella entre mis brazos.

Había permanecido despierto toda la noche. ¿Cómo podía dormir teniendo mi sueño frente a mis ojos?

Así que eso hice, la observé.

No me atrevía a cerrar los ojos por miedo a que al abrirlos ya no estuviera ahí. Necesitaba grabarlo en mi memoria.

En algún punto de la noche había pegado sus pies a los míos en busca de calor, parecía que se estaba congelando. Me levanté a duras penas para poder ponerle unos calcetines calientitos que encontré en un cajón y mi camiseta.

Ni siquiera pareció percatarse de ello, ni siquiera cuando la rodeé con mi brazo para pegarla a mí.

Podía sentir el latir de su corazón en mis manos.

Era curioso como yo podría decir que su corazón estaba en mis manos, cuando la verdad era que yo le había entregado el mío desde el momento en que me preguntó si era británico.

Nuestras Flores Amarillas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora