Capítulo 1

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¡Eyy!
Esta es la primera historia que publico, y la verdad es que la adoro.
He disfrutado tanto en el proceso de escribir, que se ha convertido en mi lugar seguro.
En fin, espero que la disfruten tanto como yo♡♡♡

1

LEI

—Querida— me llamó una anciana sentada en una banca a la orilla del camino. Sostenía en su mano la correa que sujetaba del collar a un perro gigantesco.

La había visto desde la distancia y decidido tomar un momento de caminata, para al pasar corriendo no alborotar a su perro. Era de gran tamaño y algo intimidante, parecía que podía arrastrar a su dueña sin esfuerzo alguno si así lo quisiera.

Me quité los auriculares,  dejándolos en la banca y me senté a su lado. Igual y necesitaba ayuda. Le dí un vistazo completo, aparentaba unos sesenta  años aproximadamente, a pesar de tener el tiempo marcado en sus facciones desprendía un aire de jovialidad.

¿Y sí estaba sufriendo un infarto o algo? No sabía como debía reaccionar.

—Buenos días, querida— Sonrió.

—Buenos días... —respondí y agregue con preocupación— ¿Se encuentra bien?

Contesté que sí, por favor.

—Oh sí, de maravilla— dijo ampliando su sonrisa, y yo suspiré con alivio.

—Te he visto todas las mañanas desde hace un par de semanas— continuó—, pero no recuerdo haberte visto por el vecindario antes.

Oh, era solo eso. Ya había imaginado un escenario de mi dando RCP mientras cientos de sirenas de ambulancias sonaban a mi alrededor.

—Si— respondí, sentándome más relajada—, es que no hace mucho que comencé a vivir aquí. Bueno, no aquí—apunté con un dedo el piso— pero a seis calles de aquí. En la casa grande con una fachada beige, creo que la puerta es café oscuro o algo así.

Por dios, qué fácil era sacarme información. Si ella fuera una psicópata, seguramente ya tendría hasta mi acta de nacimiento y sin necesidad de extorsionarme.

—Ya veo— comentó asintiendo muy lentamente— Eres una de los universitarios que rentan la casa de Henry.

No era una persona que recordará los nombres, pero sí recordaba a Henry. Nuestro arrendador, un señor de unos sesenta, jubilado, bastante amable y que no podía mantener su casa, por eso se había mudado a un apartamento y alquilado su casa a mi y unos amigos. 

Cuando pronunció su nombre me pareció ver ensombrecer un poco su rostro. Existía la posibilidad que en sus épocas doradas hubieran sido unos trágicos amantes.

Tampoco me pasó desapercibido el tono que uso para referirse a «universitarios». Me hizo esperar que se quejaría del ruido o alguna otra cosa que ella podría llegar a considerar molesto.

Aunque era menos probable que la novela romántica de la pobre anciana y mi arrendador, que había inventado. No eramos taaan ruidosos

Tampoco me imaginaba que ella caminara seis calles para solo sentarse en una banca. Podría pasear a su perro por las aceras cercanas.

—Si, así es. Somos tres chicas y dos chicos— expliqué.

Si quieres ya dale una copia de la llave.

—Me alegro que sean ustedes— Hizo una pequeña pausa para respirar, como si hablar la cansará. Quizás no era tan joven.— Temía que fueran a hacer fiestas cada semana. Pero con alguien tan disciplinada como tú, dudo que ese vaya a ser el caso.

Nuestras Flores Amarillas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora