Capítulo 3

389 32 0
                                    

3

LEI

Matt y yo habíamos acordado que los fines de semana correríamos a partir de las siete. Y para ser sinceros necesitaba esa hora de descanso. Lo ví esperando como lo había hecho desde el primer día.

—Buenos días— dije alzando los brazos para acercarme y dejar un beso en su mejilla.

Vale, lo admito. Le había cogido confianza muy rápido.

No era algo que hiciera muy seguido. De hecho me costaba demasiado llegar a sentirme cómoda alrededor de otras personas, pero con él no.

Ya, que cursi.

No estaba segura del porqué pero sentía que lo conocía bastante bien. Conocerlo no en el aspecto de su lugar y hora de nacimiento,

—Buenos días— sonrió.

Me puse a su lado e inició la rutina de calentar, trotar, correr y luego caminar.

Había dejado de llevar los auriculares, los sonidos matutinos de pájaros y las hojas movidas por la brisa resultaban de lo más relajante. Además podía conversar con él.

Solo hablábamos mientras caminábamos, no era recomendable correr con la boca abierta.

Nuestra caminata se había vuelto rutina hacia el pequeño monte a ver el amanecer, que a esta hora ya había transcurrido. Así que bajamos más rápido de lo habitual.

—¿Cómo te van en tus clases?— preguntó.

—Supongo que bien, aunque no es como lo imaginaba— dije, no muy convencida— ¿Y las tuyas? ¿Has hecho algún amigo?

—Por supuesto que sí, ¿acaso no me has visto?— respondió— Mis compañeros hacen fila para poder hablarme.

—Apuesto que es para poder escucharte decir El ferrocarril rojo rueda por los rieles— propuse a toda velocidad.

—Por favor dime que acabas de inventar esas palabras y no tienen un significado real— suplicó con desesperación.

Comencé a reír. El hecho de que él intentará repetirlo y fallará en cada una de las sílabas, hizo que mi risa resonara aún más fuerte.

Nuestra caminata se alargó más de lo habitual. Era sábado, lo que significaba que no tendríamos que salir corriendo hacia las facultades.

Continuamos hablando sin notar que el parque se iba llenando de personas que venían a partidos de los equipos locales, en los campos de fútbol.

No fuí consciente de tanta gente que había hasta que se escuchó el pitido de un silbato seguido por el grito de una multitud enfadada.

Por otro lado las canchas de baloncesto se encontraban medianamente vacías. En una de ellas se encontraba un grupo de hombres demasiados peludos y sudorosos en medio de una partida de tres contra tres.

Nuestro recorrido se extendió hasta darle dos vueltas por todo el parque. Recorriendo un camino que tenía vista hacía la calle.

Me sorprendió ver la cantidad de locales cercanos que ya estaban abiertos.

Debían de ser cerca de las nueve. Me detuve en seco al ver un local en la esquina, era una cafetería que mostraba su menú en una pizarra y al lado una máquina de helado suave.

¿Cómo era posible que no hubiera percibido un puesto de helado en todo este tiempo?

Tenía tanto tiempo sin probar el helado que ahora que lo había visto era estrictamente necesario hacerlo.

Nuestras Flores Amarillas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora