Capítulo 34

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Nota: Holaaaaaaaa ya llegue, ya me voy jajajajaaj

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—¿Insomnio? —mira asustado hacia la dirección de donde viene la conocida voz, haciendo reír al otro por el gesto.

—S...si—carraspea para aclarar la garganta y disimular su nerviosismo, pero no es muy bueno en eso—La...la noche es muy bonita.

Y Madara quiere soltar tremenda carcajada, pues el alfa que tiene al frente, llego a ser ministro de estado y solo basta intimidarle un poco para hacerlo tartamudear.

—Sí, es verdad—cala su puro y mira el cierro forrado de estrellas—¿Qué te preocupa, alfa? —le pregunta sin mirarle—¿Qué te hace deambular por la sabana en plena madrugada?

—¿A...a mí?

—¿Miras a otro alfa por aquí? —en esta ocasión, no logra contener la carcajada que tiene atorada en la pálida garganta.

—Bueno yo solo...quiero regresar a la ciudad—la mirada cabizbaja del áureo, quien ha comenzado a aventar piedras al río también, llama la atención del otro.

—¿No te han gustado estas tierras? —interroga audaz.

—¡No! —exclama exaltado—Es solo que, me he sentido extraño—lo último lo dice en un tono bajito, pero perfectamente audibleen la noche silenciosa.

—Ya veo—verbaliza calmo y busca la mirada confundida de los ojos azules—Aunque ahora que lo mencionas...yo también me he sentido extraño.

—¿Ah...ah sí? —traga saliva ante dicha actitud descarada y no puede contener la siguiente pregunta—Extraño... ¿Extraño, cómo? —se arrepiente al instante, pues no está seguro de querer escuchar la respuesta.

Con una media sonrisa en la bonita faz lechosa, el omega avienta el tabaco sobre las rocas, se incorpora y camina pausado para acercarse al pasmado alfa. La imagen del pelinegro, bañada a los rayos de la luna, es lo suficientemente etérea para dejar maravillado al áureo. El aroma a tierra húmeda y vainilla, se hace intenso a cada paso que da. Una vez que se le ha acercado a un palmo, han quedado tan próximos que pueden percibir sus respiraciones tibias.

—Pues...—toma la masculina mano temblorosa del tremulante alfa—Me siento perturbado...y me siento trastornado—sube la mano ajena a la altura de sus labios y besa los dedos con una sonrisa maliciosa, sin dejar el impetuoso contacto visual—¿Tú no te sientes igual?

—Yo...yo— no puede parar de mirar el roce de los labios rosas con sus dedos—Esto no está bien—murmura titubeante, pero no deshace el contacto, aunque su cuerpo este inestable y sienta que se desvanecerá en cualquier momento. No se ha dado cuenta de que le han echado los brazos al cuello y el rostro del omega está muy cerca del suyo.

—¿Y quién dijo que estuviese bien mmm? —susurra cautivador acariciando los labios del tieso alfa con su agradable aliento. —¿Me tienes miedo, alfa?

—No, no, eso no—cierra los ojos ante los abrumadores sentires que irruyen su cuerpo y su afectada mente. —No, no haga eso—ruega cuando los ojos de noche se pasean por sus labios con apetencia.

—¿Hacer qué? —pregunta inocente—¿Hacer esto? — y antes de que Minato pudiese dar replica o al menos sacar fuerza de algún lado para pararle, Madara se apodera de sus labios en un beso fervoroso. Los primeros momentos, el alfa no responde, pues ha quedado estupefacto ante dicha acción desvergonzada, toma las muñecas del insistente omega y hace fuerza para alejarlo, pero ya es demasiado tarde, puesto que ha comenzado a seguir el mismo ritmo de la caricia.

Las bocas tibias luchan mordiéndose los labios. Los dedos largos del omega, buscan hundirse en el cabello ajeno, acariciándole a profundidad, raspándole la nuca con las uñas en un gesto de desespero. Los poderosos brazos rodean el cuerpo fuerte pero delicado. Todo el deseo y anhelo de lo ilícito, estallan en un beso ardiente, donde las viriles manos repasan una y otra vez el cuerpo masculino del omega. No puede negar más su naturaleza ni su instinto.

En su interior, acepta con tristeza que no ha probado nada equiparable y que después de haber dado a su alfa interior la oportunidad de probar un contacto de tal magnitud, las cosas ya no podrán ser igual, pues es como negarle agua a una persona muerta de sed. Sin embargo, hay vivencias y un inmenso amor por su esposa y compañera, madre de su hijo, con quien ha tenido los momentos más bonitos de su vida, por lo que le debe lealtad y respeto.

Cuando toda esa perorata moral, penetra su extasiada psique, toma los hombros del omega con fuerza y le aleja. Los orbes de carbón se abren desorbitados y confusos.

—No quiero, no quiero hacer esto—espeta desviando la mirada de cielo, avergonzado de sus actos. —No de esta manera.

El semblante de Madara se pinta de indignación y los orbes negros brillan ofendidos. Cuando está a punto de replicar y echarle en cara al alfa su cobardía, este da media vuelta y de un ágil salto, monta su equino, jalando la rienda para irse de ahí lo más pronto posible.

Cuando ha avanzado algunos metros, el resentido omega le grita con rabia—¡Eso!, ¡Huye cobarde! —azota la fusta contra el suelo enardecido— ¡Quédate así, sin enfrentar tus deseos! ¡Vivirás engañado! —repasa con frustración sus negros cabellos, él nunca se ha comportado así. Gritando de esa manera tan prosaica e inmadura, tan indigna de su linaje. Pero ese hombre idiota, le trastorna tanto la mente.

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—¿Dónde estabas? —la mujer, aun con su camisón puesto, le espera en las caballerizas.

—Yo, salí a dar un paseo—verbaliza mientras acomoda al caballo—No podía dormir.

—Oh cariño—la bonita alfa, se acerca y pasa sus delgados brazos por el cuello de su marido—Me debiste despertar, hubiese preparado un té para ti.

—No era necesario—le regala una sonrisa falsa a su consorte, pues se siente trastornado y emocionalmente cansado.

—Minato...—la bermeja le mira extraña—¿Por qué hueles a ese omega?

Continuará...

MY  SWEET ALPHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora