Tormenta Y Calma

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—Lo que no entiendo es por qué insiste en fastidiarme si ya tiene a alguien.

—¿Un hombre?.

—Si, un tipo fue a buscarla en el café dónde quedamos de vernos.

—Vaya, tu ex es rápida —ríe —no pierde el tiempo.

—Y es asunto de ella, a mi no me compete —asevera intentando convencerse a sí mismo —yo lo que quiero es llevar las cosas por las buenas y convencerla de que eso del matrimonio es una estupidez, y que decir la verdad a estas alturas tampoco es una opción, lo único que va a traer es más problemas.

—¿Estás celoso? —pregunta al ver el estado de nervios e incomodidad en que el moreno se expresa.

—Permiso —la voz de la abogada interrumpe al par de amigos quiénes se voltean hacia la entrada de la oficina.

—Los dejo solos, te veo luego —le dice palmeando su hombro antes de salir de la oficina.

—¿Qué haces aquí?.

—Primero quiero que respondas la pregunta que te hicieron —dice acercándose —¿Estás celoso? —alza una ceja. La sonrisa en su rostro no se podía borrar desde que escuchó parte de la conversación.

—¿Estabas escuchando?¿¡Quién te crees!? —exclama molesto.

—Tu futura esposa. —responde vacilante —Esteban, quiero que algo te quede claro —acercándose más, cambia el tono de su voz a uno serio y amenazante —y es que no me vas a convencer de nada, porque yo estoy aquí únicamente por mis hijos. No me importa lo que pienses —se aferra a las solapas de su saco —no voy a renunciar a ellos porque son lo único que tengo. Hugo y Lucía son lo más importante para mi, así que ve haciéndote la idea, futuro marido.

—No juegues con mi paciencia —apretando los dientes con molestia, le toma la cintura pegándola por completo a su cuerpo.

—Ah, y deja los ridículos celos para la otra, porque a mi no me interesas en absoluto.

—¿Segura? —la presiona más contra él.

El constante choque de sus cuerpos provoca que sus labios se rocen más de una vez, avivando la llama interna de ambos. Esa llama de fuego azul que envés de causar placer, provoca una vorágine de sentimientos que arrasa con todo a su paso.

Placer y dolor.

Eso se compartían constantemente.

Ahogados en su propio veneno, se entretenían atacando al otro con sus comentarios filosos, con el anhelo de terminar la guerra en otro lugar.

Tú me provocas, yo te provoco.

Tú me lastimas, yo te lastimo.

Y así habían pasado los días desde su reencuentro, envueltos en ese vicioso juego de falso poder y falsas apariencias.

El contacto de sus cuerpos era como acariciar un rosal, hermoso, pero lleno de espinas. Las heridas se abrían aún más a medida que el contacto se extendía, aún así, eran demasiado masoquistas para alejarse.

—Por supuesto —susurra sobre su boca —¿Crees que después de lo que me hiciste puedo seguir amándote?.

—No lo sé, dímelo tú —abandona la cercanía de sus bocas antes de cometer una locura y esta vez se encamina hasta perderse en el suave perfume que desprenderse su cuello —quiero saber por qué después de tanto tiempo sigo pensándote, —le susurra en el oído —aún sabiendo el dolor que me provocas.

—La única fuente de dolor es tu terco e insensato corazón —dice al tiempo que las lágrimas se desbordan de sus ojos — tantos años intentando justificarte, pero no pude. No pude ni podré comprenderte porque nunca te di motivos para desconfiar de mí, aún así le apostaste a la mentira.

LM One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora