Regresar II

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Ansiosa por la visita que, el cualquier momento puede recibir, la pelirroja camina de un lado a otro en la habitación de hotel.

«Estúpida, estúpida y mil veces estúpida» repite una y otra vez a medida que baja la botella de tinto.

Seguía reprochándose por aceptar otro encuentro con Esteban, sin embargo, al pasar de las horas comienza a sentir alivio pensando en la posibilidad de que él finalmente desistió.

Observando el moderno reloj que adorna una de las paredes, se percata de que sólo faltan dos horas para su vuelo. Tenía las maletas listas, un poco más de espera y volvería a su vida, esa en la que es feliz sin pensamientos entrometidos carcomiendo su cabeza.

–Sigue bebiendo y llegarás ebria al aeropuerto –se autoregaña en voz alta.

Finalmente suelta la copa y cuando se levanta con la intención de refrescar su rostro en el baño, el timbre suena.

–Tranquila Marcia, solamente es servicio a la habitación con tu comida –dice intentando apaciguar los nervios que surgen. –No pasa nada...

Sus pies, ahora torpes por el alcohol en sangre, se dirigen a la entrada de la habitación. Cierra los ojos con fuerza y cruza los dedos antes de, con una sonrisa, abrir la puerta llena de optimismo.

Es un empleado, es un empleado, es un... La sonrisa se le borra de golpe cuando se encuentra con Esteban esperando al otro lado de la puerta.

Al ver que no se inmuta, el moreno toma la iniciativa de entrar en la habitación, logrando que la mujer de ojos verdes reaccione al fin.

–Si, pásale. Con confianza –ironiza.

–¿Te vas? –ignorando sus reclamos, centra su visión en el par de maletas que yacen en el piso, a un lado de la cama.

–Tienes... –observa la hora –cuarenta minutos para hablar. Creo que son suficientes.

–¿Cuándo saliste de prisión? –cuestiona girando su cuerpo para hacerle frente.

–¿Te importa? –cruzando los brazos, lo mira desafiante.

–Por supuesto que sí. Responde, ¿cuándo saliste?.

–¿Qué quieres realmente? ¿Saber si encontraron pruebas de mi inocencia o si me acosté con algún abogado para que me ayudara a salir?.

–No juegues conmigo, Marcia. –tensó la mandíbula.

Mientras sus miradas y comentarios filosos se debaten en una contundente batalla, sus cuerpos inconscientemente se acercan. Con cada cuestionamiento, sus pies se arrastran tratando de entrar en contacto. Parecían imanes buscando el calor del otro.

–Que no juegue contigo. –ríe –Dime todo lo que tengas que decir y lárgate, no quiero verte ni escucharte.

–Ne... –su cuerpo reacciona a la cercanía de esa piel que tan bien conocía. De repente le entran unas enormes ganas de tocarla, necesitaba hacerlo. Lleva una mano a su rostro, los labios rojos entreabiertos le hacen una invitación a pecar. Pasaban los años y continuaba deseando a Marcia como el primer día. Era una mujer demasiado hermosa y luego de tantos años podía decir que lo estaba aún más. El tono rojizo de su cabello conseguía que sus ojos verdes resalten más; estaba más delgada, pero tenía las caderas más anchas y sus senos también habían crecido considerablemente. No podía no mirarla, Marcia siempre fue su debilidad, pero debía detenerse. Debía frenar sus pensamientos y sentimientos, no estaban bien. Finalmente aleja la mano justo antes de acariciarle la mejilla. Un pequeño roce y todo se iría por la borda. –Necesito saber qué pasó... –dice ahogado en un suspiro –Cómo es que estás aquí, frente a mi, y tan... diferente.

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