Campanas Nupciales

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Sus largas ondas se mueven con el aire a medida que camina entre la gente. Lleva un hermoso vestido sin espalda de un tono salmón el cuál se ajusta a sus caderas y cae suelto hasta sus pies. Sus sandalias de tacón doradas pisan firme sobre el césped, dándole una falsa seguridad a la mujer que las porta.

Todos los ojos están sobre ella. Caras de sorpresa, desagrado y temor.

Las pocas personas que intentan írsele encima son detenidas por manos inteligentes que esperan con ansias un escándalo mayor, sin embargo, el objetivo de la ojiverde es uno y está muy alejado del circo al que están acostumbradas las ratas que la rodean.

En silencio llega al lugar dónde están acomodadas las sillas y como una invitada más, toma asiento en espera del gran evento.

El hombre de ojos marrón no entiende los murmullos que pronto llenan el local, hasta que su vista cae sobre aquella mujer que a lo lejos simula una agradable sonrisa.

Traga grueso.

Su rostro pasa por todas las tonalidades de la paleta de colores, en segundos siente las gotas de sudor caer por su frente.

Mueve la pajarita de su cuello cuando siente que su glotis se cierra, de repente la respiración le comienza a faltar.

De pronto, la música llena los oídos del gentío, los murmullos se detienen y la novia hace acto de presencia.

Los más interesados en continuar la farsa intentan mantener la calma, incluso evitan que la joven y futura esposa del señor Lombardo vea a la mujer que "tanto daño les causó".

El recorrido por la pasarela rodeada de flores se le hace eterno al empresario el cuál no puede mantener los ojos quietos. Su vista se alterna entre la rubia que camina hacia él y la pelirroja que lo observa sin ninguna expresión en el rostro.

«Estás hermosa» era el halago más correcto que debía darle a su futura esposa, por el contrario, las palabras no salen de su boca. ¿Y qué podía decirle si ni siquiera se había puesto a observar el vestido o el maquillaje? De hecho, no le había prestado atención a nadie más que a esa mujer.

—Esteban —murmura entre dientes.

—¿Si? —agita la cabeza fijando por primera vez la vista en la mujer a su lado.

—El juez... te hizo una pregunta.

—¿Esteban Lombardo, recibe usted a Paula Ferrer para ser su esposa, para vivir juntos en sagrado matrimonio, para amarla, honrarla, consolarla y
cuidarla, en salud y en enfermedad, guardándole fidelidad, durante el tiempo que duren sus vidas?.

«¿En qué momento llegamos hasta aquí?» se pregunta sin ser consciente del tiempo a su alrededor. Estuvo tan preocupado por cierta persona, que obvió por completo el curso de la ceremonia.

El moreno traga grueso regalándole una última mirada a esa mujer.

—Ssii —balbucea —acepto.

Los aplausos no tardan en aparecer.

El intercambio de alianzas, el beso que sella el matrimonio y da fin a la ceremonia, todo pasa demasiado rápido.

Sintió un mareo zarandear su cuerpo y lo único que pudo percibir fue la silueta de la voluminosa mujer alejándose de la multitud.

—Permiso.

—Mi amor —le sostiene el brazo.

—Voy al baño —besa rápidamente sus labios y se escabulle entre las personas.

Un poco más lejos de allí, Marcia camina con premura. Con el rostro caído y las manos limpiando las lágrimas que adornan sus mejillas.

«¿Para qué viniste?» se pregunta una y otra vez, torturándose a sí misma.

LM One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora