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2017
qué lindo arruinarse con vos

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ENZO.

El amor de mi vida está enfrente mío y lo único que puedo pensar es en lo poco que la conozco. Las imágenes proyectadas en mi mente sobre cómo imagino que las manos de mi mejor amigo se pasearon por su cuerpo genera una descarga de ira por todo mi cuerpo que me obliga a apretar los dientes y los puños en el vago intento de no provocar una masacre. No hay palabra alguna que pueda escapar de mis labios, por lo que me mantengo estático en mi lugar en la espera de que algún gesto proveniente de Belén me haga saber que esto es una joda de mal gusto; contrario a eso, ella me inspecciona de la misma manera, visualizando mi reacción. Mi cuerpo no responde, el aire no llega a mis pulmones y todo mi sistema nervioso se ve interrumpido de un momento al otro, cayendo de a poco en que la noticia es real: mi novia se está cogiendo a mi mejor amigo desde hace un año.

—¿Para esto me perdonaste?— dije al fin.

No es capaz de responderme, simplemente mantiene el silencio mientras llora en su lugar, limpiándose las lágrimas con las mangas de su suéter. Aun así, con su silencio como respuesta, pienso en cuando ella aceptó y perdonó mi error. ¿Estuvo mintiendo todo este tiempo? ¿Nunca me perdonó? La cara de imbécil de Julián vuelve a mi cabeza, haciendo que todas esas preguntas se liguen a él. ¿Me perdonó para meterse con él? Ella, la chica que me gusta desde que entramos a la primaria, la chica que se convirtió en mi novia a los catorce años, con quién llevo todo un futuro proyectado, ¿esa chica me engañó?

No, no solo me engañó.

Me arruinó.

El cabello de la castaña se balancea un poco debido al viento impactando contra ella, haciendo que su piel se ponga aún más blanca de lo que ya es, obligándola a abrazarse a sí misma debido al frescor que la brisa de septiembre nos transmite. Siento mi pecho contraerse, mi respiración desorganizarse y el pensamiento inoportuno de que esta será la última vez que voy a verla. Un montón de preguntas empiezan a atormentar mi cabeza, tantas dudas que no me dejan esbozar ni una palabra. Como si el viento no fuera suficiente dramatizante de la situación, unas gotas comenzaron a caer encima nuestro, empapando nuestros cuerpos a medida que la lluvia comenzaba a incrementarse.

Sus manos suaves entrar en contacto con mis mejillas, tomándome desprevenido ante tal acercamiento. Por instinto, llevo mis manos hacia su cintura para atraerla más hacia mí, pero aun teniéndola por completo pegada a mi pecho, tenemos kilómetros distanciándonos. Investiga cada uno de mis rasgos faciales, intentando grabarlos en su cabeza porque sabe que este será nuestro último encuentro, la última vez que podremos tenernos cerca, el último momento en el que nuestros corazones se verán sincronizados en sus palpitaciones. Finalmente, nuestras bocas se conectan en un roce inocente y fugaz, con ese sabor a despedida que no probaríamos por última vez. Por un momento, aquel contacto se siente bien, me hace viajar a nuestro primer beso, al día en el que nuestras almas se unirían; pero esa idea se esfuma al instante, porque la situación es completamente distinta, porque nuestras almas están desgarrándose y arrancándose entre ellas, intentando reconstruirse individualmente aun sin saber cómo eran antes de haberse aliado.

Cuando nos separamos tragué saliva, sentía un nudo enorme en mi garganta que me impedía decir cualquier cosa. Ella me agarró de las manos, echándome una última mirada, asintiendo levemente con su cabeza como afirmando la imagen que tenía de mí, dando un apretón a mis manos antes de soltarme. Me dio la espalda en silencio, caminando lejos de mí hasta perderse de mi campo visual.

Llevé mis manos a mi pecho, dolía bastante, y soy capaz de jurar que llegaba a escuchar el ruido que hacía la rotura de mi corazón expandiéndose velozmente. Sumado a esto, el manojo de emociones que estaba experimentando por primera vez, sin ser capaz de diferenciarla a cada una, pero que en su conjunto sería definido como un corazón roto. Lloraba desconsolado allí parado, sin quitar la vista de dónde Belén se había ido, en el medio de una plaza, en compañía de la lluvia, sabiendo que no habría peor momento en mi vida que pasar esto.

Entonces me pregunté a mí mismo: ¿y ahora? ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? Y aunque parecía una pregunta bastante complicada hallé la respuesta en cuestión de segundos. Una sonrisa iluminó mi cara, por lo que refregué mis ojos para poder secar todas las lágrimas que había desparramado.

No iba a parar hasta arruinarle la vida.

DM ━ enzo fernandezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora