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BELÉN.

Observo mi reflejo en el espejo retrovisor de la camioneta negra en la que me lleva el chófer de Enzo

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Observo mi reflejo en el espejo retrovisor de la camioneta negra en la que me lleva el chófer de Enzo. Martín –el conductor– y yo habíamos pegado bastante onda en esos largos trayectos en los que se ocupaba de hacerme llegar a destino sin que nadie se dé cuenta, por lo que las charlas entre nosotros habían sido inevitables. Aún así, el hombre bastante mayor de edad nunca perdía lo profesional, vistiéndose siempre con traje y corbata y manteniendo su postura de que yo debía ir sentada en los asientos traseros. Por supuesto, siempre aprovechaba aquel lugar para dormir siestas cuándo el viaje se tornaba tedioso o largo, y ésta no sería la excepción. Me acurruco en la esquina del asiento, subiendo mis pies al sofá para cerrar los ojos cuando algo llama mi atención, imposibilitando mi descanso de forma repentina. El conductor se sale de la ruta hacia un camino raro que jamás vi –está de más decir que tampoco es cómo si yo conociera mucho de Manchester–, por lo que me incorporé en mi lugar y apoyé mi brazo en el respaldo del asiento de Martín, observandolo con extrañeza.

—Disculpá Martín pero, ¿a dónde estamos yendo? — mi voz sale más temblorosa de lo que planeé, puesto que la preocupación en mi sistema surge sin control. La adrenalina de vivir escondiéndome de los medios y de Julián solía ser divertida siempre y cuando dominase la situación, cosa que no estaba sucediendo en este momento al siquiera tener idea de hacia dónde estábamos dirigiendonos. O más bien, hacia donde estaba llevándome Martín.

—Señorita Torres, no quiero faltarle el respeto ni mucho menos, pero son órdenes del señor Fernández mantener el silencio de hacia dónde vamos.

Su respuesta hace que mis cejas se frunzan aun más, imaginando un sinfín de puteadas para decirle a Enzo. Empezando por salirse con la suya como siempre. Además, ¿qué era tan secreto que yo no podía saber? ¿Y si estaba llevándome directamente al precipicio? Refiriéndome con precipicio a los medios enterándose de que estoy con él, claro. Mi mente traza todos los escenarios posibles en los que podría llegar a finalizar la noche, incrementando los nervios de mi sistema.

—Martín... yo entiendo que usted trabaje para Enzo, pero de verdad necesito que me diga a dónde vamos. — supliqué, estirándome desde el asiento trasero hasta enfrentar mi rostro con el masculino. —A mí no me pueden ver con él, usted lo sabe.

—Señorita, confíe en él y relájese.

Una sonrisa adorna los labios de Martín, quién dobla en una calle totalmente desolada para entrar en un camino mucho más amplio que desemboca en un lugar mucho más familiar: la pista de aterrizaje de los Jets privados. Por supuesto, conozco el lugar por Julián, por lo que me siento aún más confundida. ¿Qué hacíamos ahí si en tres o cuatro horas ya estábamos en Londres? Todo bastante raro para mi agrado, pero decidí confiar en el chofer y en Enzo, a quién putearía de arriba a abajo cuando lo tenga cerca.

DM ━ enzo fernandezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora