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BELÉN.

—“Julian Álvarez sigue conservando el silencio y hace como si nada. Ya pasaron dos semanas, ¿hasta cuándo va a fingir que no pasa nada?”

Le doy un sorbo al mate mientras escucho las noticias, estoy podrida de ver todos los días lo mismo por lo que me estiré en la mesa y agarré el control para finalmente apagar el televisor. Apenas son las nueve de la mañana y no me encuentro con ganas de escuchar por séptima vez las teorías de los periodistas sobre el porqué Julián desapareció un día antes del segundo amistoso de Argentina.

Estas dos semanas estuve en mi antigua casa, con mi familia. Todos los días me la paso llamando a Julián, pero ya perdí las esperanzas de que vaya a contestarme. En algo los periodistas tienen razón; Julián hace como si nada desde que volvió a Manchester. Asiste a sus entrenamientos y partidos, sale por ahí con sus compañeros y cada tanto se lo ve haciendo cosas cotidianas fuera de nuestra casa. Es cómo si yo nunca hubiera sido parte de su vida. Su perfil de Instagram no tiene ni una sola foto mía, lo cuál hace mucho más fácil la deducción de la gente que se pregunta qué habrá pasado.

Si bien, todo eso resulta extraño pero esperable, hay una cosa más. Enzo no dijo nada. Y cuando digo nada es nada. Dos semanas sin mencionar el tema, esquivando las preguntas de los periodistas, sin darle fav a ningún tweet relacionado, sin decir nada en sus historias. Y es todo lo contrario a lo que me veía venir. Tiene todo en sus manos para terminar de arruinarme, porque una cosa es que la gente especule, y otra es que alguien se lo confirme. No sé si está esperando algo, si está tramando algo o si se dio por vencido. Me cuesta bastante creer la última pero ya pasaron catorce días y él no dijo nada. De pasar todas las semanas a poner nuestros nombres en tendencias de chismes a no decir ni una palabra al respecto es increíble.

Mi papá dice que es su forma de pedirme perdón, pero pienso que solo quiere defenderlo. Y Enzo, a esta altura, es indefendible. O sea, ¿a qué tipo de mente retorcida se le ocurre hacer lo que me hizo? Me usó solamente para demostrarle a Julián que pudo tenerme. ¿Y? ¿Qué ganó con eso? ¿Por qué no muestra lo orgulloso que está de cagarme la vida? No entiendo.

Lo que considero todavía peor es todo lo que me hizo experimentar durante el tiempo que estuvimos juntos en esa habitación. Todavía siento su tacto quemando contra mi piel, apretando y adueñándose de cada zona a medida que recorría mi cuerpo. Todo de mí correspondía a él, se entendía con él, imploraba por él. Tanto así que me olvidé de todo el odio que sentía, y por un momento –por muy chiquito que fue– consideré la idea de que el tiempo nunca pasó. Éramos sólo él y yo. Enzo y Belén. Fundiendose el uno con el otro.

“Son hombres”, diría Catalina. A veces pienso en todo lo que me dirían ella y Valentina. Momentos como este me encantaría tenerlas conmigo, sentadas mientras tomamos mate y nos cagamos de la risa. Pero ellas no lo quisieron así, por eso se cagaron en mí cuando se metieron con Enzo ni bien nos separamos.

Me salen todas mal. Agarro mi celular y marco el número de Julián por tercera vez en el día, es del único lugar del que no me bloqueó. Me da algo de esperanzas saber que espera mis llamadas, significa que quizá en algún momento conteste alguna. O capaz es medio fanfarrón y sólo le gusta que lo llame.

Cómo siempre, no contesta. Suspiro frustrada y me acomodo en mi asiento, qué largos son los días cuando él no está. Nunca estuve tanto tiempo sola, prácticamente desde que tengo memoria estoy de novia. Dudo que eso esté bien.

Vuelvo a prender el televisor para distraerme, a ver si los noticieros saben algo de Julián que yo no sepa todavía. Ni bien se prende, el título teñido de rojo es lo primero que me impacta: último momento.

DM ━ enzo fernandezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora