DM ━ enzo fernandez

31

2016

BELÉN.

Hay demasiadas cosas en las que no pensé al momento de tomar la desición de hacer mierda a Enzo Fernández.

La primera, tal vez la más importante, es que no soy de hielo. Era más que sabido que no me sería tan fácil hacer cómo si realmente lo hubiese perdonado. Pero si de algo estoy más que segura es que sólo es un hombre y mentirle es mucho más fácil de lo que parece Mentirme a mí misma es un tema más complicado. Aún así, llevamos varias semanas después de que lo “perdoné”. Como todo infiel recién perdonado, se porta excesivamente bien. A veces me sofoca un poco, nunca estuve acostumbrada a que me dé amor todo el tiempo, desde el principio de nuestra relación odiarnos era parte de nuestra demostración de afecto, por lo que tenerlo pegado a mí como una pulga era medio insoportable. Me da miedo que sea así siempre, pero supongo que son cosas de la que voy a encargarme más adelante cuándo decida en qué momento tirarle la bomba y confesarle que me cogí a su mejor amigo.

Por ahora, todavía se puede respirar tranquilidad.

Sus manos intentan trenzar mi pelo mientras estoy sentada en su regazo de espaldas hacia él. Estábamos en el cumpleaños de mi papá, toda la familia había decidido que era un buen momento para juntarnos y obviamente Enzo era el invitado más importante. Todos estaban contentos con él, decían que era un chico muy respetuoso y que soy la primera de la familia en pegarla. Por supuesto, a esto me refiero cuando no pensé lo suficiente en haber perdonado –aunque de mentira– lo que me hizo. Mientras mi familia lo tiene en un altar, nuestros amigos no paran de señalarnos con el dedo acusatorio cada vez que nos ven juntos. No me lo dicen, pero puedo imaginar cómo se burlan de lo cornuda que soy, ya que todos se enteraron. Todavía no sé como. Y, como frutilla del postre, Lara tiene todas las puertas abiertas a refregarme en la cara que se cogió a mi novio.

Le supliqué a mi papá que no invite a la familia de mi prima, pero sin una explicación, se negó. Y es ahora cuando, desde la ronda de primos en el patio de mi casa, donde comemos y hablamos de cosas sin sentido, ella hace acto de presencia con una sonrisa de oreja a oreja.

—Hola, primita. — saluda, sin siquiera disimular la cara de hija de puta que tiene, orgullosa de presentarse ante mí como la responsable de que me pusieran los cuernos. Las manos de Enzo se detienen en su labor de peinarme, quedándose inmóvil en su lugar. Lara lo mira detrás mío, dedicándole una sonrisa aun más amplia— Hola, Enzito.

Antes de que intente inclinarse ante mi novio a saludarlo, la empujo desde el pecho, levantándome de las piernas de Enzo para enfrentarla.

—¿Vos te querés quedar sin dientes? — pregunté, llamando la atención de nuestros primos, quienes son los únicos que logran escuchar sobre el tono tan alto de la música. Los demás invitados están bastante lejos de nosotros, cosa que agradezco, no me gustaría que alguien nos escuche.