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Maratón 2/2

BELÉN.

Cierro la puerta del coche haciendo el menor ruido posible, esperando que nadie me haya visto entrar a él. Mi vista se dirige hacia el piloto, quién me observa con una sonrisa radiante, pero ni siquiera me doy el privilegio de analizarlo a detalle que me cruzo de brazos y empiezo a gritar.

—¡¿Estás enfermo vos?! ¡No puede ser! ¿Cómo me vas a hacer eso? ¿Vos sabés los problemas en lo que me metes?

—Buen día mi amor, si por suerte tuve muy buen viaje, estoy medio cansado pero hice un esfuercito por venir, ¿y vos?— dice en un tono gracioso y sarcástico, pero a mí no me causa ni la mínima carcajada.

—Te dije que no vengas, Enzo. ¿Sabes en el quilombo que me podés meter? No podes ser tan inmaduro, ¡¿cómo vas a venir d...

Mis palabras son abruptamente silenciadas por sus labios presionando contra los míos. Ninguno de los dos se mueven, simplemente es un leve choque que silencia todo lo que pretendía decir, haciendo que aquella ira incontenible que tenía se esparza por todo mi cuerpo hasta anularse por completo. Se separa de mí, observandome con tranquilidad a centímetros de mi rostro.

—¿Me vas a dejar de gritar?— pregunta en un tono dulce, bastante distinto a lo que suele caracterizarlo. Sé que me habla así solo porque sabe que no hay otra forma de calmarme, pero aún sabiendo sus intenciones, bajo unos cuántos decibeles.

—Las cosas no son así, Enzo... ¿Revisaste que no te vea nadie?— mi tono suena mucho más apagado, mirando hacia los lados por el parabrisa delantero en búsqueda de alguien. Los vidrios polarizados me generan confianza, sin mencionar que no hay nadie a estas horas de la tarde por esta zona.

—Sí, Belén, cómo no voy a fijarme, mirá lo que preguntas— se ríe mientras se incorpora en su lugar, apoyando su espalda en el asiento para encender el coche.

—No me vas a llevar a ningún lado, déjame bajar— intento abrir, pero rápidamente lo pone en marcha, imposibilitando aquello.

—¿Para qué te vas a quedar en tu casa? Si al que querés ver es a mí.

—¿Vos sos consiente que esto es prácticamente un secuestro, no?

Frena en seco a la mitad de la calle, haciendo que las llantas chirríen contra el asfalto. Voltea a mirarme, borrando su sonrisa para ponerse serio.

—Bajá— dice, desafiándome. Por supuesto, no lo hago.— ¿Te vas a seguir quejando?

—Sos imposible...— me río y él hace lo mismo, volviendo a poner en marcha el automóvil.

Comenzamos a circular con bastante tranquilidad, al ser una zona de clase privilegiada, no son muchos los que recorren estas calles los días de semana. Aun así, algo se remueve en mi interior. Le dije que no venga y vino. Me ignoró y terminó sorprendiéndome. Está –definitivamente– loco.

— ¿Por qué viniste?— pregunto tras unos segundos en silencio.

—Porque te quería ver— alza sus hombros y curva los labios hacia abajo— ¿Qué le dijiste a Julián?

—Peleamos antes de que me hables, así que cuando entré a la casa para meterle alguna excusa, no estaba por ningún lado. Siempre se va a dormir cuando discutimos.

Intenta esconder y reprimir lo que esa información le produce, pero lo conozco más que bien y sé que algo dentro suyo se enciende al saber que las cosas con Julián no van bien.

—Al final los noviecitos perfectos no son tan perfectos como parecen— dice, manteniendo su mirada fija en el camino— ¿Por qué pelearon?

—Cosas nuestras.

DM ━ enzo fernandezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora