Capítulo 20

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—Yo sabía que obtendrías ese título.

¿Petra?

—La soldado más fuerte de la humanidad... —continuó—. Estoy muy orgullosa de ti Lizzie.

—Esto no es... no es... tú estás...

—Gracias por aceptar la casa —me dijo.

La garganta se me cerró, no era capaz de formar ni una sola palabra.

—Yo...

Su sonrisa me invadió el cuerpo, ese cariño que tanto extrañaba, la forma en la que me cuidaba, una verdadera amistad...

—Levi se tardó en pedir tu mano —bromeó—. ¿Ya sabe quién es tu padre?

Reaccioné y negué con la cabeza.

—Siempre admiré mucho a tu padre Lizzie —admitió—. Y como te lo prometí, me llevé tu secreto a la tumba.

Los ojos se me humedecieron y bajé la mirada.

—Todos confiamos en ustedes —decretó.

Mi respiración se detuvo, fue lo que Levi me dijo, nuestros compañeros confiaron en que nosotros podríamos salvar a la humanidad.

—Siempre estamos con ustedes —continuó—. Gracias por no olvidarnos querida amiga...

Una luz inundó el lugar y consumió el momento.

—¡Gracias Petra!

Abrí los ojos de golpe y me froté la sien.

—Fue en sueño nada más...

Miré por la ventana y me di cuenta de que faltaba poco para que amaneciera, a pesar de que no sabía el tiempo en el que regresaría el resto de la legión, teníamos órdenes de llegar antes del mediodía, por lo que supuse que había tiempo para ver el amanecer.

Me cambié de ropa y subí al tejado, me senté en la orilla y me deleité con el silencio y la paz que abundaba en el ambiente.

Pensé en la primera vez que mi madre me subió al techo de nuestra casa, y como mi padre siempre me calmaba cuando tenía pesadillas.

Ya casi no quedaban estrellas en el cielo, y estaba por amanecer.

—¿Té?

Me giré y vi a Levi con dos tazas de los juegos que habíamos comprado.

Asentí y lo ayudé a subir.

—Gracias —respondí.

—Tenía mucho tiempo que no veía el amanecer.

Dejé que el aroma del té penetrara mi nariz y me embriagué con su fragancia.

—Yo solía ver el amanecer todos los días —le conté—. Era algo que hacía con mamá.

Vi a Levi sonreír.

—Me alegra verlo contigo —continué.

Me rodeó con su brazo y recargué mi cabeza en su hombro.

No hubo necesidad de decir más, se creó un momento inmortal, el tiempo se detuvo y por ese instante me sentí como una persona normal que veía el amanecer con el hombre que amaba.

El calor de Levi completó el momento y traté de memorizar todo lo que veía y sentía. No quería olvidar nada de este instante.

El alba me acarició el rostro, y dejé que me bañara con su tenue luz. Sólo duró unos instantes, ya que poco después el día de iluminó por completo.

Freedom | Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora