Capítulo 6

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Debí quedarme dormida durante la visita de Levi, porque cuando desperté su calor ya no estaba en la habitación, eché un vistazo y vi que mi juego de té ya estaba limpio sobre mi mesa de noche; con una nota escrita por el capitán.

Nos vemos en la noche.

Doblé el papel y lo guardé en una de las páginas del libro que estaba leyendo.

—¡Buenos días! —gritó Petra abriendo la puerta del cuarto.

—Buen día Petra —la saludé.

—Hoy saldremos a caminar —anunció—. Debido a lo que pasó en la muralla se pararon las expediciones de la legión.

—Pero sólo fue una caída por hostigamiento —dije extrañada.

—Cuando surge un altercado dentro de las murallas, se hacen investigaciones a fondo —explicó Petra—. No podemos correr el riesgo de que haya un infiltrado en nuestras filas.

—Si lo dices así tienes mucha razón —concedí—. ¿Hay algo en lo que pueda ayudar?

—En recuperarte —respondió—. Los altos mandos se encargarán de todo.

Me encogí de hombros y tomé un baño.

(...)

Pasamos toda la mañana paseando por el cuartel y las zonas de entrenamiento, y con cada paso la punzada de mi costilla dolía un poco menos.

—¿Dónde dormiste anoche? —le pregunté a Petra—. Tu cama estaba hecha cuando desperté.

—Con Erd —dijo risueña.

La miré sorprendida.

—Y fuiste tú la que gritó emocionada cuando te dije lo que pasó con Levi en el hospital —le reproché—. ¡Pero tu te fuiste a dormir con Erd!

—¡Es diferente! —se defendió—. Erd no es un hombre misterioso y solitario como Levi.

—Porque Erd no es capitán de su escuadrón —objeté—. No imagino lo difícil que ha de ser su responsabilidad de cuidar de nosotros, entrenar, cumplir órdenes...

—Creo que jamás lo había visto así —admitió Petra.

—¿Qué haremos el resto de la tarde? —pregunté cambiando de tema.

—No puedes hacer mucho esfuerzo —respondió—. Pero hay...

—¡Chicas!

Petra y yo nos giramos y vimos a la sargento Hange saludarnos efusivamente con la mano.

—Sargento Hange —saludamos.

—¿Está todo en orden? —pregunté.

—Oí que resbalaste de la muralla hace unos días —respondió la sargento—. Y supuse que tu recuperación sería aburrida así que pensé que podrían venir conmigo a cuidar al titán que tengo en observación.

—Nos encantaría sargento, pero...

—Iremos con gusto —interrumpí.

Petra me fulminó con la mirada.

—Será divertido Petra —la convencí—. Además, nunca he visto un titán de cerca sin matarlo.

—¡Perfecto, entonces andando! —dijo la sargento emocionada.

(...)

El titán de prueba que la sargento había capturado estaba calvo, y medía 6 metros, antes de entrar a la carpa se escucharon gemidos de hambre, pero en cuanto entramos el titán misteriosamente se quedó en silencio.

Freedom | Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora