CAPÍTULO 3

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"LA IMPOSIBILIDAD DE AYUDAR"

La impotencia que te genera el no poder ayudar al prójimo se siente como una roca enorme que te acompaña mientras intentas dar un paso hacia ese objetivo.

Es la imposibilidad de apagar el sufrimiento ajeno lo que te produce una sensación de insuficiencia e inutilidad.

Estás ahí siendo espectador de una injusticia y el hecho de no poder salvar lo que está en riesgo te hace cuestionar si tu propósito como ser humano está perdido, si te convierte en una mala persona no evitar la tragedia.

Oliver

El anochecer empieza a asomarse ante mis ojos a medida que el quinto y último portón eléctrico del garaje va cerrándose con lentitud. Simultáneamente bajo del FORD Mustang negro mientras me aliso la camisa azul que ha terminado con un par de rugosidades.

Por el camino de vuelta a la mansión, pude vislumbrar cómo los pinos y demás árboles eran sacudidos por un viento impulsivo. No hay mejor manera de anunciar que esta noche recibiremos lluvia, lo cual es curioso ya que los veranos de Portland rara vez suelen venir cargados de humedad. Por el contrario, en el estado de Oregón, esta estación del año es corta, calurosa, seca y con un cielo mayormente despejado, ideal para quien desee broncearse en un ambiente playero.

Así, con esa novedad y, a pesar de que el día ha resultado ser atareado, lo cierto es que me he mantenido absorto en el mismo plan que no he conseguido concretar, por lo que me dirijo hacia el vestíbulo encontrándome al lado derecho de este ―y como de costumbre― con un espejo del tamaño de la pared.

Mi reflejo muestra el sudor que se impregna por la camisa azul abotonada que llevo puesta y, asimismo, detrás de mí, en la sala de piel negra que está ubicada al lado izquierdo de la puerta de entrada, puedo percatarme de que Alexis se encuentra sentado jugando ajedrez.

―¿De nuevo jugando solo? ―le pregunto observándolo a través del espejo y noto cómo alza su mirada azul verde hasta detectar mi presencia.

―Estaba tan concentrado en el juego que no advertí tu llegada ―declara mientras me acerco y tomo asiento a su lado―. Y respondiendo a tu obvia pregunta: uno mismo siempre es el mejor rival. ―Sonríe con aires de suficiencia―. Además, ambos sabemos que en esta mansión no hay contrincante que se me asemeje.

―No puedo contradecirte.

Sé cuán importante es para él dar un cierre a sus propios juegos de ajedrez, de manera que aguardo con paciencia hasta que su mano llena de anillos de plata coloca la última pieza en el tablero que hace que la partida culmine.

―Jaque mate, Oliver ―anuncia―. El rey no tiene forma de escapar de esta amenaza.

―Nunca entenderé tus juegos en solitario, pero eternamente admiraré tu capacidad de ponerte barreras a ti mismo y a la vez romperlas.

―Se trata de una habilidad que debes aprender a desarrollar y de la cual me siento orgulloso. ―Se pone de pie acomodándose las mangas dobladas de su blazer negro y da unos cuantos pasos deteniéndose después―. Sé que quieres hablar conmigo otra vez, así que tendremos esa conversación en mi oficina.

No importa cuál sea el fin que estés forjando, incluso si lo mantienes privado en tu mente, Alexis en todo momento está un paso por delante de ti. Acto seguido, me encuentro a mí mismo detrás de él.

— — —

Abro las dos hojas de la puerta de madera para ingresar a la oficina y lo miro sentado en su silla de piel negra. Cierra la laptop gris y coloca sus brazos sobre el escritorio, entrelazando sus manos. Cada vez que acudo aquí, estoy consciente de la seriedad que se va a desplegar.

PLAN DE ESCAPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora