CAPÍTULO 11

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"EL SENTIDO DE PERTENECER A LA SOLEDAD"

La soledad suele ser temida, pues rara vez se busca comprenderla como un obsequio, uno que otorga calma, espacio y reflexión. Puede ser una excelente compañera cuando se recibe con gratitud.

El ruido social tiende a ser visto como algo normal, pero desprenderse de él de vez en cuando es bueno para regenerar la energía personal.

Ser un solitario no es sinónimo de melancolía.

Entrar a este edificio directo al último piso no fue una tarea fácil de realizar, sobre todo tomando en cuenta que a esta hora de la noche está libre de empleados como para camuflarnos entre ellos, excepto por los guardias de seguridad que rondan de aquí para allá vigilando cada planta.

Oliver, con una linterna en su boca, está agachado escuchando con atención la posible combinación que pertenece a la caja fuerte que queremos abrir. En cuanto a mí, este encargo me tiene alerta en caso de que en cualquier momento alguien intente abrir la puerta de la oficina.

Hay un silencio que mantiene la tensión ya que debemos ser cuidadosos, incluso si las persianas motorizadas están cerradas y estamos a oscuras, pero la calma vuelve cuando recuerdo que desactivamos las cámaras.

El CEO de esta empresa lleva un tiempo debiéndole a Alexis una cantidad de dinero bastante alta. La razón por la que estamos aquí en su nombre es porque si no es por las buenas, es por las malas. Yo le habría llamado a esto un atraco de no ser porque ya sé de dónde vienen esos fondos, así que no importa.

La vida se exhibe como una máscara cuando te das cuenta de que existen demasiadas personas que creemos buenas o sumamente poderosas, en el buen sentido, cuando en realidad terminan siendo delincuentes por crímenes mayores.

―Ven ―ordena Oliver y yo alejo mi vista de la luz que se asoma debajo de la puerta para acercarme a él―. Guarda estos dólares.

Acato lo que me pide y me apresuro a conseguirlo. Es un buen monto, por lo que la mochila pronto se llena y después coloco su peso sobre mi espalda.

Una vez que mi compañero recoge sus aparatos, veo cómo cierra la caja fuerte y apaga la linterna para luego aproximarse mucho a mí con la intención de susurrar lo siguiente:

―Es muy probable que el guardia siga aquí afuera. No es común que esta oficina esté sin vigilancia. Recuerda que tiene dos puertas: una delantera y otra trasera. Cualquiera de las dos puede ser nuestra salida. Primero checaré la delantera que es la más inmediata a las escaleras. ―Se aleja para entreabrir con cuidado y enseguida vuelve―. No me equivoqué.

»Así que esto es lo harás: vas a tomar uno de los vasos de plástico que está en la mesita a la salida de la puerta trasera y lo vas a tirar al suelo. Él rápido irá a ver, no hay manera de que pueda mirarte hacerlo, a menos que no te des prisa al cerrar la puerta y por ende, ponerle seguro, porque el próximo movimiento que hará será verificar que esté asegurada para descartar sospechas. Entonces, una vez que hagas esto, correrás conmigo y saldremos por esta puerta para bajar por las escaleras. ¿Entendido?

―Entendido.

Camino con sigiles hacia mi destino. El corazón parece que resuena en mis oídos. Con sutileza abro la puerta y tiro el primer vaso que tomo de la mesita junto al bebedero. De inmediato la vuelvo a asegurar y corro hasta Oliver sin causar ningún ruido. Este se asoma por la otra salida para comprobar su teoría y asiente dándome la señal de retirada. Enseguida alcanzo a vislumbrar las escaleras que pronto tomamos como dos fugitivos.

PLAN DE ESCAPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora