6. El Kunungi (El rey)

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Capítulo 6: El kunungi.

"Los jefes barbaros somos eso (...) sin corazón, asesinos, chupadores de sangre,

Mercaderes de esclavos. Más VIOLENTOS y CRUELES que nunca

TÚ, Estoico, te has vuelto BLANDO".

Cómo ser un pirata. –Cressida Cowell

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La princesa burglar llegó feliz a la fortaleza de Berk. Después de dejar a Storm en el establo real, pasó al ala Burglar, como solían decirle, ya que los jefes de Berk, amablemente cedieron parte de su hogar para las habitaciones de ellos. Tenían una estancia principal con sus respectiva biblioteca, comedor y demás amenidades para después conducirlos a sus aposentos. La recámara de los jefes, la de Astrid, y justo al lado de ellos, la de el Ala Berserk con las mismas características.

Nada de eso le importaba. Estaba como medio ida y se sentía volar, aunque no estuviera en un dragón. Era una sensación de euforia, emoción y también mucha exaltación, tanto que estaba golpeando muros sólo para tratar de apaciguar su alocado corazón.

Astrid traía una sonrisa imborrable en su rostro, y cada vez que movía sus labios empezaba a sentir de nuevo los labios tímidos de Hiccup moviéndose inocente e inexpertamente al ritmo con los de ella.

No sabía con exactitud lo que sentía por él, pero de momento lo único a lo que podía aferrarse era ese sentimiento desconocido para ella pero tan agradable que llenaba su pecho de una calidez desconocida.

Sin embargo, al abrir la puerta de la estancia Burglar para ir a su habitación y permitirse golpear un par de cosas, se encontró con sus padres sentados en unas sillas de acero y madera.

-Te estábamos esperando, hay algo que debemos decirte. -inició su padre, serio.
La muchacha borro su sonrisa, en especial cuando su madre, con la mirada, señaló a los sirvientes que salieran de su presencia.

El semblante inexpresivo de sus padres sólo le quitaron la felicidad que sus momentos con Hiccup le dieron.

-¿Qué sucede? -tomó asiento frente a ellos.
Los jefes se miraron, buscando las palabras precisas para empezar.

-Es sobre ti. –inició Erick, pausadamente. –Eres una princesa, y como tal debes responder por tu pueblo. Es parte de tu responsabilidad.

-¿Qué pueblo? Estamos en Berk desde hace siete años... ya no hay pueblo de Burglars ni isla... sólo estamos nosotros y un par de sobrevivientes. –argumentó un poco desconcertada, sobretodo por ver la preocupación de sus padres ante lo que creía era innecesario.

-Así es hija, tienes razón en eso. –coincidió Bertha. –Pero si los jefes viven, vive el reino con algunos sobrevivientes y más si tiene un heredero, en este caso tú, por lo tanto, siguen en pie algunos de los acuerdos y tratados que dejamos pendientes cuando aún vivíamos en Bog Burglar.

-Los escucho.

Erick se puso de pie y empezó a dar vueltas por la habitación, Bertha se quedó sentada al lado de su hija.

-Hija, desde que naciste, estás comprometida, y debemos hacer un cambio en ese compromiso, pero no lo haremos a menos que no lo desees. –persuadió Erick, sin embargo Astrid se sintió como un vil objeto.

Escuchar esas palabras fue una total aberración para la rubia. Se puso de pie de nuevo y caminó hasta su padre para encararlo.

-Sea lo que sea, la respuesta es no. Ni un nuevo compromiso y ahora rompen el que ya tenían, no puedo creer que no me hubiesen dicho eso. –reclamó enojada, mientras ponía su nueva hacha colgando en su la estancia. -Soy una princesa, no un instrumento para canjear.

El jefe vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora