12. La Lady Escudera (III)

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Ligera escena un poco subida de tono, nada de qué alarmarse

Capítulo 12: La Lady Escudera (III)

"Pero no estoy realmente perdida,

porque no importa dónde estés,

siempre y cuando sepas quién eres".

Camicazi, Cómo Robar la espada de un Dragón. –Cressida Cowell

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Después de ese agradable rato por el bosque, decidieron relajarse en uno de los lagos de la isla.

Con algo de timidez Hiccup pescó algunos peces peces para comer. Astrid degustó ese pescado como el majar más delicioso, además de darse el lujo de saborear diversos frutos que había en esa isla, tanto que no prestó atención ni importancia en su manera rápida de comer.
Ese gesto le pareció muy gracioso al castaño.

-Come tranquila, no hay prisa. –opinó Hiccup al notar que Astrid comía con demasiada rapidez y ansiedad.

Astrid sintió un poco de vergüenza, tragando duro todo lo que había en su boca.

-Lo siento, hace días que no comía. –confesó cohibida, pero que le pasó en un parpadeo cuando Hiccup le ofreció rápidamente otro fruto.

Por primera vez Hiccup prestó atención a la delgadez de la muchacha, y no sólo en eso sino también en lo blanco de su piel, sus ojos nostálgicos y con cierto destello de preocupación, pero también en la expresión facial que irradiaba angustia mezclada con esperanza. Tenía ojeras y uno que otra mancha de color, clara evidencia de un golpe pasado.

-Provecho. –musitó tenuemente al notar que esa faceta medio vulnerable y terca a la vez de Astrid, le causaba ternura inexplicable.

Al observarla recordó lo que sucedió un par de horas atrás cuando se corretearon por todo el bosque, quería tanto volver a esos momentos durante los cuales no se sintió con miedo ni con culpa, sólo se sintió con libertad y ganas de ser feliz, algo que ya no había podido experimentar a pesar de vivir con sus amigos; y claro que involuntariamente repitió el cosquilleo que deleitó en sus labios después de besarse con la rubia.

Resonó en su cuerpo la sensación de su piel erizada, lo receptivo que se encontraba por esas caricias labiales... deseó volver a vivirlo. Desconocía muchas cosas que su cuerpo empezaba a percibir, pero conocía superficialmente algunas sensaciones, las cuales, con el pudor que tenía, deseaba repetir.

Sacudió su cabeza, no era hora de pensar en... eso.

Volteó a ver a Astrid, pero no ayudó, por el contrario, sintió otro pinchazo de "excitación" en él.

-Maldición... -masculló con molestia. Dejó el pescado de lado y se puso de pie, caminando hasta la orilla del lago donde habían estado horas atrás.

Se echó algo de agua en su cara para apaciguar todos esos pensamientos inmorales que empezaban a acrecentar en su mente, lo cual funcionó (al menos en el porque en Astrid era otro caso completamente distinto), hasta que miró su reflejo en el agua, se decepcionó por la imagen porque sólo vio a un muchachito que no simplemente no identificó.

Su lugar ya no estaba definido, por una parte se sentía feliz en la Orilla del Dragón, pero la verdad es que no llegaba a considerarse feliz ni contento, realmente vivía con la filosofía de "Ikket forvit", sin preocupaciones ni responsabilidad, una zona de confort total; pero la realidad es que no estaba cómodo, sólo tranquilo, gozaba de tranquilidad hasta que Astrid apareció.

El jefe vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora