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Sniff, sniff.

TaeHyung olfateo el ambiente aún medio dormido, pero el aroma era tan atrayente, tan rico, que no pudo evitar mover su nariz tal cual la de un cachorro en busca del aroma. Su sentido del olfato no fue suficiente, así que se obligo así mismo a abrir sus ojos para poder encontrar la fuente de tan delicioso olor.
No sabía cuánto tiempo había pasado dormido, pero fue lo suficiente para sentir que tenía la mitad de su cabeza destruida, y con esa luz mañanera que recibía por esa enorme ventana a lado de él, era aún peor sus síntomas. Suspiró, no le quedaba de otra. Volvió a abrir sus ojos, que habían sido cerrados por el fuerte reflejo de la luz, y la confusión que hubo en estos, fue genuina cuando se dió cuenta de dónde estaba.

¿Qué hacía en la casa de JungKook?

Frunció el ceño, no entendía en que momento de su estado semi inconsciente había decidido ir al hogar de JungKook. Miró a su alrededor y las primeras cosas que pudo notar fueron que, al parecer, estaba solo, y segundo, alguien había tenido el cuidado de ponerle una manta encima para protegerlo del frío.

Fue inevitable hacer un puchero, su corazón doliendo por el dueño de aquella acción.

Con un mohín en sus labios, se levantó del sofá y con pasos lentos se fue dirigiendo a la puerta del hogar para poder salir; el pensamiento de que había sido un error ir con Jungkook, persistía y lo molestaba lo suficiente como para querer irse antes de ser descubierto.

—¿Te vas tan temprano? —una voz, con tintes burlescos, sonó detrás de él justo cuando su mano se había puesto sobre el pomo de la puerta.

TaeHyung cerró los ojos cuando fue descubierto, maldiciendo a toda su generación pasada por no bendecirlo en este momento crucial de su huida. Se giró, muy lentamente, hacia quien lo esperaba con una sonrisa divertida en su rostro. Quiso girar sus ojos por impulso al verlo tan burlón, pero se detuvo en el instante en el que su mirada almendra se topo con la obsidiana, y pudo sentir cierto sentimiento agradable envolviéndose en su corazón.

Por primera vez en nueve años, TaeHyung había mirado los ojos de JungKook.

Notar como esos ojos habían envejecido, pero que seguían teniendo ese brillo tan bonito, como si escondieran mil y una estrellas distintas, a pesar de ese fantasma triste que se podía notar en su curioso color obsidiana... Fue increíble. No pudo evitar relajar su postura a la defensiva, e incluso dejo que sus mejillas se colorearan de un tierno color rosado.

Una sonrisita, casi tímida, también hizo aparición en sus labios.

—¿Te preocupa tanto que me vaya? —respondió con otra pregunta, a sabiendas de que esto le fastidiaba al más grande.

Supo que no había hecho algo grave, cuando una risita se escapó de los labios de JungKook. De repente, pudo entender porqué había ido a buscarlo precisamente a él.

—Sinceramente... —se apoyó en la pared más cercana y sus brazos se cruzaron por encima de su pecho— Sí, me preocupa mucho que te vayas de mi lado.

TaeHyung quedó mudo, no esperaba una respuesta así. La mirada y el tono de voz de JungKook sonaron tan sinceros, tan honestos mientras decía tal declaración, que le fue imposible mantenerle la mirada. Su cara empezó a arder en un tierno rojito, tanto que sus manos acudieron a brindarle apoyo escondiendo su rostro entre ellas.

—... Supongo, —carraspeo, aún escondido entre sus manos y dándole la espalda—supongo que me quedaré...

Y JungKook sonrió con lindura, sintiéndose más enamorado que antes.
Evitó suspirar, porque eso ya revelaría demasiado sobre las intenciones de su corazón, así que con cierto tono juguetón, le indico a TaeHyung que lo siguiera.

¡Papá! ||| KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora