sentiments

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—¿Qué ha pasado, Sara? —Becc vino a mi encuentro. De su rostro emanaba una absoluta preocupación.

La mujer que me había ayudado se había ofrecido a traerme en su coche hasta mi casa y, la verdad era que se lo agradecía inmensamente, porque dadas las condiciones, no podía dar ni un paso andando.

—¿Sara? —insistió, Becc.

Asentí lentamente para así, tranquilizarla.

—Nos tenías demasiado preocupados —suspiro—. Incluso David se apareció por aquí preguntando por ti.

—¿David? —pronuncie con asombro.

—Sí. Está en la cocina con Bruno.

Respiré hondo, siguiendo los pasos de Becc, que se dirigían a la cocina.

David se encontraba sentado en uno de los taburetes de la barra. Bruno nos daba la espalda; parecía metido en sus propios pensamientos, mientras preparaba café.

—Sara —David se incorporó rápidamente al verme entrar.

Bruno se dio la vuelta y, su rostro expreso alivio.

—Que solo me fui a dar una vuelta, eh —bromee para quitar tensión.

—Estaba preocupado por ti —admitió David, rascándose la nuca.

—Estoy bien —eleve las comisuras de mis labios.

Que mentirosa eres.

Bruno me observó con una ceja alzada; signo qué no se creía nada de lo que decía.

Ya luego les contaría. No quería alarmarlos por —quizás probables— teorías o paranoias.

Pero si solo se trataban de paranoias mías, ¿por qué a esa mujer le había parecido que ese coche venía directo a por mí? Y ella sí que había visto todo de cerca.

—¿Vamos afuera? —mire a David. Él asintió siguiendo mis pasos.

Una vez afuera, me encendí un cigarrillo, hoy más que nunca lo necesitaba.

—¿Quieres? —se lo tendí a lo que lo cogió sin chistar.

—¿Y bien? —me miró interrogante.

—¿Qué? —le devolví la mirada, confusa.

—¿Estás bien?

—Sí. ¿Por qué?

—No lo pareces...

Dude en si explicarle lo que me había sucedido momentos antes pero, quizás me haría bien desahogarme un poco.

—Cuando estaba viniendo un auto casi me estrella —dije apenas audible. Aún me temblaban las manos del miedo.

—¿¡Qué!? —sus ojos se abrieron de par en par.

—Sí. Venía tan distraída que el grito de una señora me salvó.

Preferí omitir detalles sobre haber sentido que alguien, o algo me empujaba; salvándome de ser aplastada por el coche.

No quería quedar como una completa demente.

—Pero... Dios —se llevó las manos a la nuca, entrelazándolas.

—Estoy bien —lo tranquilice.

—Dios, Sara. Tienes que ir con más cuidado.

Se lo veía realmente preocupado.

—Lo siento —susurre apenada.

—No te disculpes —negó con la cabeza—. Ven aquí.

El amor vs el zodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora