pesadilla

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—Saraaaa —esa odiosa voz comenzó a llamarme.

—¿Quién eres? —pregunte, suplicante.

—¿Aún no lo sabes? Al parecer subestime tu inteligencia—comenzó a reírse fuertemente.

No era precisamente una risa agradable; era una risa digna de un psicópata.

—Quiero que me dejes en paz.

Nuevamente, me esforcé por ver su rostro, pero como siempre, lo traía oculto bajo una capucha.

—Y yo no voy a hacer lo que tú quieras, Sara. —se empezó a acercar en mi dirección.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuándo pasó su fría mano por mi cuello e hizo una fuerte presión en él.

¿Iba a matarme? Me estaba comenzando a faltar la respiración. Su presión era cada vez más, y más fuerte. Comencé a dar manotazos al aire, pero eran en vano. Sus manos rodeaban mi cuello con una fuerza inexplicable. Sentí cómo mis ojos se comenzaron a llenar de lágrimas y como mi vista comenzaba a nublarse.

—Esto es para que aprendas la lección.

Proferí un último grito ahogado antes de ver una completa oscuridad.

—Sara, cariño, despierta —unas manos me zamarreaban suavemente.

La luz me descolocó un momento, tuve que parpadear los ojos un par de veces antes de ver con mayor claridad a David, que tenía una expresión de preocupación notable en su rostro.

Me toque la frente donde el sudor se había acumulado en cantidad. Los latidos de mi corazón estaban demasiado acelerados, y mi respiración era irregular.

—Fue solo una pesadilla, cariño. —me dio tiernas caricias en el caballo.

Cada vez que tenía esta pesadilla, —más veces de las que me gustaría— me dejaba completamente agotada y sin energía. No sabía cómo explicarlo; a la mañana siguiente me despertaba más ojerosa de lo usual, no quería hacer nada en todo el día, ni mucho menos hablar del sueño.

—Lo sé —dije finalmente al ver el ceño preocupado de mi novio—. ¿Qué hora es?

—Aun es de madrugada.

Siempre me despertaba en este horario por culpa de esta maldita pesadilla.

—Me preocupa esa pesadilla, Sa. La vienes teniendo hace bastante y aún no me quieres contar de que trata.

—Son tonterías... —Susurre.

¿Pero por qué me afectaban tanto?

—No son tonterías. —Levanto mi mentón con su mano—. No sí te dejan así de mal.

—Volveré a dormir —me di la vuelta, dándole la espalda, y esperando así que no insistiera mas con el tema.

Aunque sabía que David era obstinado. Si no lo hacía hoy, volvería a indagar otro día.

Apagó la luz de la mesilla de noche y pasó una de sus manos por mi cintura, rodeándome por completo. Él me transmitía esa seguridad que necesitaba en estos momentos.

Finalmente pude conciliar el sueño, sin pesadillas de por medio en lo que resto de noche.

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—¿Y si no les agrado? —comencé a tronarme los dedos ansiosamente mientras observaba por décima vez mi reflejo por el espejo del coche.

Me había puesto algo "formal", o mejor dicho, lo menos viejo de mi ropero, —que por supuesto eran unos tejanos negros de tiro algo y un jersey del mismo color— y en los pies había optado por mis vans. También había recogido mi cabello en un moño lo más prolijo que había conseguido.

El amor vs el zodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora