malson

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—Ve con cuidado Sara.

La amenaza en su voz y su mirada sombría me dieron escalofríos.

—Nunca sabes lo que puede pasar —su rostro se tornó desquiciado, empezó a reírse a carcajadas mirando en todas direcciones.

Empecé a retroceder varios pasos, sin querer llamar su atención, pero él dejo de reírse y posó sus ojos inyectados de sangre en mí.

—¿A dónde crees que vas? No terminé contigo —empezó a dar grandes zancadas en mi dirección.

Rápidamente volteé y eché a correr, pero por algún motivo mis pies no quisieron moverse ni un centímetro, parecían pegados al suelo. La desesperación me estaba invadiendo.

—¡No! —solloce—. ¡Ayuda!

¿Eso había sonado en mi mente? ¿Tampoco podía hablar? ¿Qué estaba pasando?

—Qué ingenua... Nadie te va a salvar —rio fuertemente. Su voz parecía cada vez más cercana, aumentando mi desesperación.

¡No! ¡No!

De nuevo había sonado en mi mente, eran palabras que no salían de mi boca.

—Sara. Sara —alguien me removió suavemente.

Abrí lentamente los ojos encontrando los de David que me observaban preocupados.

—¿Q-qué? —miré a todos lados, desorientada. Me sujeté la cabeza en cuanto sentí el fuerte pinchazo.

Estaba en el salón de mi apartamento acostada en el sofá. La calma regresó a mí de inmediato.

Ese sueño se había sentido tan real...

—Ten esto —me tendió un vaso con agua y una aspirina.

—Gracias —trague la aspirina junto con un buen sorbo de agua.

—Estabas teniendo una pesadilla.

—Ah —recordé cada momento del horrible sueño.

Sacudí la cabeza tratando de alejar esa sensación espeluznante que me había dejado.

Solo había sido una pesadilla, parecía muy real, pero solo había sido eso.

—Mmmhh —mire a mi izquierda para ver de dónde provenía ese sonido.

Los mellizos del mal seguían durmiendo cómodamente desparramados en el sofá. En el suelo estaban Lisa y José, también durmiendo plácidamente. Los que no veía por ningún lado y me preocupaban, eran mis amigos.

—Dijeron que querían hacer el desayuno —dijo David en cuanto me vio observar para todos lados.

—Oh, no...

—¿Qué pasa? —me miró confuso.

—Tápate los oídos —le advertí tapando los míos.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Hazme caso —insistí—. 1... 2... 3...

—TE DIJE QUE SE IBAN A QUEMAR.

—ESO ES PORQUÉ NO ME DEJAS A MÍ. SI ES QUE TÚ NO SABES NI HACER UN HUEVO.

—SÉ HACER HUEVOS, Y MUY BIEN. SI QUIERES TE LO DEMUESTRO.

Era hora de ir a apaciguar las aguas a la cocina. Le hice un gesto con la cabeza a David para que me siguiera.

Decidí ver el panorama a varios metros de distancia por si me lanzaban un huevo por la cabeza, y cuando vi que no tenían ninguno a disposición, entré.

El amor vs el zodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora