una sorpresa inesperada (parte uno)

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Unos días después...

Respire. Una, dos, y tres veces.

El momento de hacer lo que hace tiempo evitaba —debido al miedo que me ocasionaba—, había llegado.

Apoyé el pincel cargado de acrílico sobre el lienzo. Lo dejé quieto unos segundos antes de comenzar a deslizarlo sin rumbo fijo; simplemente dejando fluir mi mano, que comenzó a trazar líneas sin sentido. Me dejé llevar por el instinto que tenía grabado en mi interior y en mi cuerpo.

No supe cuántas horas estuve sentada, llenando el lienzo de trazos y líneas; alejada del mundo exterior, tan sumida en la pintura.

Me día cuenta que estaba anocheciendo gracias a la luz solar que ya no se colaba por la ventana de mi habitación, sino que daba paso a los primeros rayos de luz lunar.


Detuve el pincel, dejándolo aún lado junto con las demás pinturas.

¿Qué había hecho?

Miré con detenimiento el retrato del hombre que ocupaba mí corazón y cuyo nombre era, David.

Lo había retratado cómo era él; despreocupado, con una sonrisa de lado, con sus rizos ocupando toda su cabellera y, su mirada cargada de intensidad.

¿Era posible dibujarlo con tanto detalle sin observar una foto? ¿Tan grabado lo tenía en mi ser?

Aparentemente sí. Y eso daba miedo, mucho miedo.

¿Y si volvía a entregar mi corazón y me lo dañaban nuevamente?

David no es Marc, me dije por milésima vez.

Ya había comprobado que David era muchísimo mejor persona que mi ex novio. Pero aún así, me aterraba la idea de empezar a enamorarme de cero, todo otra vez.

Estaba tan sumida en mis pensamientos que una voz me sobresaltó:

—Creo que una vez te dije que deberías mostrar tu talento al mundo.

Mi primera reacción al voltear y al encontrarme a David, fue intentar ocultar la pintura. Pero fue en vano, porque la sonrisa de oreja a oreja que traía confirmaba mis sospechas de que ya la había visto.

—¿Cómo entraste? —me posicione frente al lienzo en un inútil intento para que deje de observarlo.

—Becca me dejo entrar, y además... ¿no puedo venir a visitar a mi novia de sorpresa?

¿Novia? ¿Había oído bien?

—¿Eh? —mi rostro de perplejidad seguro era digno de una fotografía.

—Suena bien. Mi novia —sonrió con coquetería, acercándose a mí.

—¿Desde cuándo somos novios? —puse un dedo en su pecho, deteniéndolo.

—¿Desde hoy?

—Nunca lo preguntaste, David. No somos novios —trate de evitar posar mi vista en sus irresistibles labios.

—¿Así que eres de las que necesitan una confesión y todo eso?

—¿Todo eso? —Enarque una ceja—. Y sí. Necesito una confesión más explayada.

—¿Es en serio? —rio con diversión, pero al ver que no me reía, dejo de hacerlo—. Oh, sí. Es en serio.

—Ajá —me crucé de brazos.

—Se podría decir que esa pintura es tu confesión de amor, entonces —miro detrás mío, al lienzo precisamente, haciendo que mis mejillas se calentaran.

—Hice un retrato tuyo así cómo podría haber hecho uno de Becc, o Bruno, o un perro —desvié mí vista de sus ojos a un costado de la habitación.

El amor vs el zodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora